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Terapia con reptiles: la alternativa de un centro brasileño para pacientes con autismo

Aquellos que padezcan traumatismos craneoencefálicos también pueden someterse a la terapia con reptiles. Aunque esta práctica no está avalada por la comunidad científica, para los pacientes, la conexión con el animal se vuelve casi inquebrantable.

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Una atípica terapia con reptiles se lleva a cabo en un centro brasileño donde aseguran que, a través del contacto físico con estos animales, personas con autismo o incluso pacientes con graves traumatismos craneoencefálicos mejoran su condición. No está de más aclarar que no se debe intentar esta alternativa sin supervisión de un experto.

David de Oliveira Gomes, de 15 años, no tiene miedo de que una boa constrictor pose sobre su cuello y gentilmente se aferre a él. De hecho, considera a Gold, la serpiente, su amiga.

Sus terapeutas aseguran que, con ella, su habilidad para comunicarse y su memoria han mejorado drásticamente.

“David ha progresado mucho, ha superado dificultades y cada día avanza más y supera un poco más su discapacidad, porque mi hijo tiene autismo”, expresó Fátima de Oliveira, madre de David.

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Si la fraternidad que David ha construido con esta boa parece drástica e inclusive peligrosa, debe conocer a Gabriel y al reptil que lo ha acompañado en cuatro años de terapia.

Una cría yacaré brasileña o una pequeña babilla se ha convertido en uno de sus favoritos. Describir las texturas de su compañero verde e incluso cantar una canción sobre él es de sus actividades favoritas.

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Andrea Ribeiro, terapeuta del centro, indicó que se ha demostrado médicamente que, dentro de los primeros diez minutos después de entrar en contacto con el animal, se liberan neurotransmisores como la serotonina y las betaendorfinas que dan una sensación de placer y bienestar.

La terapia con reptiles genera que los pacientes se sientan a gusto y quieran aprender más. Esta práctica que la comunidad científica no avala al 100% puede resultar bizarra.

Pero para los pacientes, la conexión con el animal se vuelve casi inquebrantable, incluso para algunos cuyas habilidades para comunicarse son casi nulas.

“Tan pronto como noto que la serpiente comienza a estresarse, le digo a Andrea, la terapeuta de cabecera, que necesitamos cambiar de animales, porque nunca queremos invadir el espacio o el bienestar del animal”, destacó Beatriz Araújo, bióloga del centro terapéutico.

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Se estaría entonces ante una revolucionaria practica terapéutica, estigmatizada por el temor hacia los reptiles. Surge entonces la incógnita: ¿y si hacemos un amigo de sangre fría?

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