
Imagine despertar un día y darse cuenta que su vida ha cambiado completamente. Nada de lo que recuerda suele ser como alguna vez fue. Casi que, como un parpadeo, su mente retoma la consciencia y su mundo es completamente diferente.
Esto fue lo que le pasó a Pier, el 25 de octubre de 2001 fue el último día de su vida tal y como la conocía. Cuando abrió los ojos de nuevo, estaba tendido en una cama de hospital en el norte de Italia. Era 31 de mayo de 2013. Habían pasado casi 12 años, pero él no lo sabía, contó a la BBC.
Su vida tras el accidente
Pier era el jefe del servicio de urgencias. Acostumbrado a ver pacientes en estado crítico, aquella mañana despertó convertido en uno de ellos, después de un grave accidente de tráfico. Sus colegas, que lo conocían como un médico eficiente y seguro, le hicieron las preguntas de rutina:
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—¿Cómo te llamas?
Pier trató de responder, pero apenas podía articular palabra.
—¿Qué día es hoy?
Pensó durante cinco o seis segundos antes de contestar:
—25 de octubre de 2001.
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Los rostros de sus compañeros se tensaron de sorpresa. Cuando le pidieron precisión, incluso acertó el día de la semana: jueves. Era correcto… pero 12 años antes.
Pier no comprendió la magnitud de lo que ocurría hasta el día siguiente. En el hospital, alguien le alcanzó un diario local. En la portada aparecía su foto, con la noticia del accidente que había puesto al jefe de urgencias en estado grave. La fecha en el periódico era del 1 de junio de 2013.
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“Pensé: ‘No es una broma, sino un trauma cerebral y estas son las consecuencias’”, recuerda Pier. Fue entonces cuando empezó a asimilar la dimensión de su agujero negro: más de una década de su vida borrada por completo.
Las resonancias posteriores lo confirmaron. El accidente había causado daños severos en su cerebro, lesiones que los neurocientíficos describieron como “agujeros” en las zonas asociadas con la memoria a largo plazo. Pier se volvió un caso de estudio: un paciente fascinante para la ciencia, pero para él mismo, un hombre sin pasado.
Armar las piezas de su vida con las nuevas tecnológias
El shock no terminó al enterarse de la fecha. Afuera del hospital lo esperaba un mundo irreconocible. En 2001, el fax era todavía una herramienta común. Cuando despertó, la comunicación se hacía por correo electrónico, WhatsApp y redes sociales como Facebook e Instagram. Los teléfonos que recordaba servían para llamadas y SMS; ahora eran pantallas táctiles con acceso a internet.
“Me acosté con el fax y me desperté con el correo electrónico”, resume con ironía. Pero el golpe más duro no fue la tecnología. Fue la muerte de su madre durante esos años que él no recordaba.
“Lo primero que quise hacer al salir del hospital fue ir al cementerio. Y sólo cuando vi su fotografía en la tumba me di cuenta de que era cierto. Fue terrible. La peor experiencia es no poder recordar lo que tu mamá te dijo antes de morir”.
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El trauma fue todavía más profundo en su vida familiar. Su esposa, Maria Assunta Zanetti, había envejecido más de una década mientras él dormía. Cuando la vio entrar al cuarto, apenas la reconoció: “Era alguien como mi mujer, pero con muchas arrugas, pelo diferente, gafas… totalmente distinta”.
El impacto fue aún mayor con sus hijos Filippo y Tommaso. En su mente, eran dos niños de 8 y 11 años. Frente a él, aparecieron dos hombres adultos de 20 y 23. Pier pensó que eran actores contratados para engañarlo. “No podía entender nada”, admite. Sus amigos también habían cambiado. Uno de sus colegas ya no tenía cabello. Para Pier, era como despertar en una película de ciencia ficción.
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La amnesia no sólo lo despojó de sus recuerdos. También le costó su identidad profesional. Los directores del hospital consideraron que ya no estaba en condiciones de ejercer como médico de emergencias. Perdió el trabajo que tanto le había costado conseguir… y del que ni siquiera guardaba memoria.
Al principio, la frustración se tradujo en ira. “Estaba muy, muy enojado con Dios, con el mundo y conmigo, o mejor dicho, con el que veía en el espejo. Porque no era exactamente yo, sino otra persona con canas y arrugas a la que odiaba”.
Pier se sometió a todo tipo de terapias para recuperar sus recuerdos: medicación, sesiones psicológicas, incluso tratamientos de choque. Nada funcionó. Sin pasado, se encontró temiendo el futuro.
“Era como un extranjero en un mundo que no entendía. Me sentí solo. Nadie me entendía. Nadie podía entenderme. Y me sentí solo durante mucho tiempo porque mi mamá había muerto, y mis hijos, esos niños, murieron y fueron reemplazados por dos adultos. ¿Para qué seguir viviendo? Pensé en suicidarme”.
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La nueva oportunidad que le dio la vida
Doce años después del accidente, Pier sigue sin recuperar sus memorias perdidas. Pero ha aprendido a aceptar su nueva vida con una filosofía clara: “Si quieres vivir, no puedes seguir pensando en el pasado, sino en el futuro”.
Sin sus propios recuerdos, tuvo que reconstruir su vida a partir de los de su esposa, sus amigos y sus hijos. “Lo que no pudieron devolverme fueron las emociones conectadas con esos recuerdos, que son importantes”, reflexiona.
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Además de reconstruir, también tuvo que reparar los daños causados por la persona en la que se había convertido tras el trauma. Con su esposa empezó a crear nuevos recuerdos. Uno de los más significativos fue cuando le preguntó si aún sabía besar. “Y me besó”, recuerda con emoción.
“No estaba muy seguro de que quisiera seguir conmigo. Afortunadamente así fue. Ella todavía me ama, y yo también. Es muy bonito. Y tengo mucha suerte, porque desde que me recuperé he conocido a mucha gente con mi problema y la mayoría de las parejas se rompen, porque es muy difícil volver a empezar. Estamos felices. Creo que mi esposa prefiere el Pier nuevo al Pier viejo. En mi experiencia, el mundo prefiere al Pier nuevo”.
Sus amigos también tuvieron que adaptarse. “Al principio, cuando parecía ser más estúpido de lo habitual, era muy difícil para ellos entender. Cuando se dieron cuenta de que tenía un gran problema, empezaron a ser más empáticos, más amables, más pacientes”, cuenta.
No faltaban, sin embargo, las bromas y las sorpresas. En una ocasión, le mostraron la foto de un hombre negro alto y le dijeron que era el presidente de Estados Unidos. Era Barack Obama. Pier no recordaba su elección y se alegró: “Pensé que el nuevo mundo es mejor que el viejo".
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Aunque le tomó dos años y medio, Pier logró regresar a la medicina pese a su lesión cerebral. Para demostrar que estaba en condiciones de volver a ejercer, tuvo que superar más de 63 pruebas técnicas, psicológicas y ambientales, además de estudiar de nuevo los 12 años de avances en medicina que se había perdido.
Pero el mayor desafío no fue técnico, sino humano. Cuando recibió el nuevo permiso para trabajar, se enfrentó a la incertidumbre de sus colegas y pacientes.
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“El problema eran las relaciones con mis compañeros, y sobre todo con los pacientes, porque tuve en mi segunda vida laboral los mismos pacientes que en la primera. Todos se preguntaban: ¿ha vuelto el Príncipe Bastardo? Pero la mayoría de ellos, después de mi primera visita, me dijeron que realmente había cambiado”.
Haber sido paciente cambió su forma de ver la medicina. De ser jefe del servicio de urgencias, pasó a trabajar con pacientes mayores, muchos con demencia o pérdida de memoria. “Todo el mundo dice: ‘eres más empático, me escuchas. Antes me hablabas, ahora te callas’. Y cuando escuchas pacientemente, has hecho la mitad de tu trabajo, pues los pacientes te lo cuentan todo”.
Escuchar mucho y hablar poco fue una de las lecciones más valiosas que aprendió. Otra clave de su transformación fue escribir un diario: “Escribía lo que me parecía importante o cosas estúpidas de mi día, de mi vida”. Ese diario se convirtió en la base de sus memorias publicadas en italiano con el título Meno Dodici (“Menos doce”), que a su vez inspiraron la exitosa serie italiana Doc-Nelle tue mani (“Doc-en tus manos”).
"Estoy orgulloso de vivir en otro tipo de mundo, en un mundo donde, por ejemplo, las mujeres en mi profesión alcanzan mucho más que antes los niveles más altos, y eso es muy importante”.
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Solamente hubo algo que le disgustó al doctor y que prefiere de su "vida pasada" y es: “El costo del espresso macchiato”.
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