Jaime Beltrán, alcalde de Bucaramanga, es un pastor, aún en ejercicio, porque predica los fines de semana. También es periodista y, por supuesto, político, carrera que ha cultivado con el lema de devolver el orden a su ciudad; incluso, con proclamas polémicas como que, si es necesario, a los delincuentes que azotan a la capital de Santander hay que darlos de baja.
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“Valoro y aplaudo lo que ha hecho Bukele a través del tiempo y creo que es un factor importante para la transformación de una nación”: esta frase resume en buena medida la personalidad y el talante de quien gobierna a la ciudad de Bucaramanga, una capital con enormes retos de seguridad, sociales y de movilidad.
“Yo llevo 20 años sacando jóvenes de la droga y de la delincuencia. La oportunidad ha estado, pero es que hay personas que solo quieren vivir en la delincuencia. Cuando la Policía actúa, sí tiene que actuar con severidad, tiene que actuar, porque lamentablemente ellos no están jugando, ni están improvisando. Ellos van lamentablemente a muerte y esa es la actitud que yo le he dicho a la Policía y al Ejército: ‘vamos a hacer respetar el territorio dentro del marco legal’. Tenemos que hacer respetar el territorio, porque es que le dejamos campo a la delincuencia y nos fueron ganando”, asegura Beltrán.
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100 días después de haber asumido la alcaldía de Bucaramanga, a Beltrán sus detractores le siguen diciendo Bukele, sobrenombre que al mandatario de la capital santandereana parece no molestarle: “A mí, en realidad, de fondo no me molesta, solo que todo mandatario quiere definir una personalidad propia. Como alcalde quiero dejar claro que soy de postura clara y radical de orden, pero también tengo un componente humano y social de 20 años de mi labor misional”.
Beltrán explica su estrategia de mano dura, pero combinada con labor social. Dice que sin eso cualquier operativo policial o militar va a ser en vano.
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“Es que mi naturaleza pastoral me llevó a es venir a estos territorios primero con una oferta social. Cuando llegué al Concejo empecé a entender que si no hay pie de fuerza y si no hay autoridad, la cosa se sale de control. ¿Qué quiere decir eso? Ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre. Entonces, vengamos con pie de fuerza, pero el que quiera una salida se la tenemos. Pero el que no, sepa que este gobierno no le va a dar ni un centímetro”, sentencia el mandatario.
Según Jaime Beltrán, los resultados saltan a la vista: “Hay algo clave y es que hemos podido tener más de 26 capturas importantes en temas estructurales”.
Aunque advierte que no pretende ser xenófobo, el alcalde Beltrán habla sin tapujos de la migración venezolana y de su impacto en la ciudad: “Migración Colombia está a la entrada de la ciudad y cumple un papel fundamental de empezar a distinguir quiénes son los que vienen a trabajar y a estudiar y quiénes son los que vienen a delinquir”.
Beltrán recuerda que “tenemos más de 1.200 procedimientos con migrantes, 11 que ya han sido devueltos y casi 342 que están siendo procesados por temas de estupefacientes y por temas delincuenciales. Es un hecho crítico, pero también que hemos podido distinguir. El que viene a trabajar y a estudiar, bienvenido”.
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Preguntado sobre cuánta población venezolana tiene Bucaramanga, Beltrán manifestó que “podríamos decir que hoy el 16% de la gente acentuada en Bucaramanga es migrante, estamos hablando de casi unas 89.000 personas”.
La otra punta de lanza de su estrategia para recuperar a Bucaramanga es combatir a los jíbaros que tienen azotados a los parques.
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“Bucaramanga es la ciudad bonita y se caracteriza por ser la ciudad de los parques, pero los parques se llenaron de consumo de viciosos y de jíbaros. Quien conoce Bucaramanga sabía que el Parque Centenario era de habitantes de calle, de indigentes y curiosamente, puesto alrededor de la cultura de la ciudad. Era el parque del consumo, hoy es el parque de la cultura. Los parques, si no tienen dolientes, no funcionan. Entonces, cada parque tiene un guardaparques. O sea, es un jardinero contratado y dedicado al cuidado del parque. Pero también la empresa privada tiene un compromiso con la recuperación del parque. Y dos, la cultura”, complementa Beltrán.
“Actualmente Bucaramanga tiene alrededor de 242 parques. Hemos logrado recuperar cerca de 47. Creamos un programa que se llama Los Padrinos. Los niños no pueden jugar en los parques y ahí está mi debate con el Gobierno nacional. Yo le he dicho al presidente que respeten la autonomía que tenemos los alcaldes para poder regular los parques, porque el consumo de drogas en los parques no es un problema simplemente de libertades, es un tema de garantizar los derechos a los niños. Priman los derechos de los niños y los parques son para los niños, no para el consumidor”, agrega Beltrán.
Paula Ramírez, esposa del alcalde y gestora social de Bucaramanga, expresó que “venimos trabajando con los niños, pero no ahorita, sino desde hace mucho. Jaime Andrés viene liderando un tema de recuperar a los niños: uno, en el tema de explotación sexual infantil y otro más alarmante aún, el de la explotación de los niños para pedir limosna en los semáforos. Muchas familias venezolanas que llegaron aquí terminaron alquilando a sus hijos. También familias de aquí a Bucaramanga alquilaban a sus hijos a otras zonas para pararse en los semáforos y los dopaban con unos medicamentos especiales. Así podían trabajar de 8:00 a.m. a 8:00 p.m. recogiendo entre $300.000 y $400.000 en un semáforo. De esa ganancia, la persona les pagaba una parte a los padres de familia del menor”.
Mientras atiende estos asuntos clave de recuperación social, el alcalde tiene otros frentes de batalla, no más fáciles. Por ejemplo, el de la malla vial, hoy en muy mal estado: “El primer año hay que ponerle orden a la casa. No podemos pretender hacer cosas nuevas si no resolvemos lo que dejaron inconcluso. Yo no me voy a poner a pelear con lo que dejaron”.
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El alcalde tiene proyectado meterle a la ciudad de Bucaramanga para su plan de desarrollo “casi cuatro billones de pesos”, dinero que confesó no lo tiene: “Estoy buscando cómo generar una salida y cómo buscar financiación del orden internacional. Yo puedo soportar la mitad con recursos propios”.
A pesar del mal genio justificado de muchos habitantes porque las obras no se ven, en la calle la gente le reconoce a Beltrán que está poniendo la cara, que está intentando arreglar lo averiado y que está buscando salidas para mejorar la situación en la ciudad.
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“Nosotros recibimos la ciudad con una deuda de casi 486.000 millones de pesos, de las cuales aproximadamente el 22% se habían gastado en temas de cositas varias”, revela el alcalde.
“El punto más crítico como encontré a Bucaramanga es el desarraigo de la gente, porque las obras al final se hacen, pero la gente ya no creía en su ciudad”, complementa Beltrán.
Y es que los problemas de movilidad en Bucaramanga son muy serios. La gran mayoría de los bumangueses utilizan el transporte informal, porque el sistema masivo Metrolínea está en su peor momento.
“Este sistema que debía tener 323 buses, lo entregaron con 13; que debía transportar a más de 120.000 personas al día, hoy se están transportando sólo 30.000. El resto de buses están totalmente desbaratados, quemados e incinerados, ya no funcionan. Uno de los operadores se retiró y estamos funcionando con uno solo. Necesitamos que se tome una decisión desde el Gobierno nacional y si hay acción, que podamos invertir recursos para levantarlo”, cuenta Beltrán.
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“El presidente Petro nos dijo en las reuniones de alcaldes ‘vamos a meterle buses eléctricos, vamos a generar un sistema de transporte gratuito para toda la gente vulnerable’. El problema es que es chévere el discurso, pero la acción no la encuentro”, dijo Beltrán.
Este es el alcalde de Bucaramanga, quien dice con orgullo gobernar una ciudad conservadora, que no comulga de a mucho con el Gobierno nacional y que, si por esas diferencias no recibe apoyo económico, su plan de desarrollo va a quedar a medias.
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