El niño de 7 años, abusado y asesinado en Samaná, escribió una carta al Niño Dios donde pedía un carro a control remoto, un balón y tener a su familia unida.
Hace una semana el pequeño Hans Tafur llegó al corregimiento de San Diego para pasar vacaciones.
Todos los días iba a una cancha ubicada a 200 metros de la casa donde se hospedaba para jugar con sus amigos.
“Él niño era muy alegre, él era muy apegado a los trofeos, siempre jugaba con nosotros”, recordó Mateo Marín Cardona, uno de los pequeños que compartió con Hans.
Su abuela Blanca Lucía Aguirre recuerda que la última vez que lo vio, el 22 de diciembre, el niño “me dijo que tenía hambre, yo le dije ‘vamos pa’ que coma’, y me dijo ‘no mami, yo quiero unas papitas, ahora voy a comer, vaya y me hace la comida y ya voy’. Se volvió para el parque y vine y preparé la comida y cuando me devolví a buscar el niño, a buscarlo a comer ya no estaba”.
Juan Manuel Idarraga afirma que jugaron un rato y “nos sentamos aquí en las gravillas del parque, y él dijo que iba a dar una vuelta, y yo lo dejé y yo me quedé aquí en parque jugando y ya no volví a saber nada más de él”.
Según su amigo Mateo, “el último día que lo vimos fue que subió por acá por esta calle (en San Diego) y dio la vuelta y no lo volvimos a ver”.
Cuatro días después José Bernardo Rivera, un maestro de construcción, encontró su cuerpo sin vida.
En contexto:
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Updated: diciembre 29, 2018 01:20 p. m.