Los seis hornos crematorios del Distrito están listos para atender, si es el caso, 108 servicios cada día. Alcaldía compró contenedores con refrigeración.
Cuando una persona fallece en la capital colombiana, víctima del coronavirus COVID-19, su cuerpo es inmediatamente envuelto en plásticos, puesto en un ataúd y conducido a cremación, sin dolientes ni homenajes como misas o velación.
Los operarios que se encargan del proceso están revistidos con trajes especiales, los cuales desechan una vez han terminado cada servicio. Así mismo, el vehículo que ha sido usado y los corredores que la caja fúnebre ha recorrido son desinfectados.
“Estamos en el proceso del almacenamiento y refrigeración. Se están adquiriendo contenedores con refrigeración para evitar descomposición en caso de una emergencia más grave”, explica Karen Castañeda, subdirectora de servicios funerarios de la UAESP.
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Todos los cementerios públicos han sido objeto de sendas intervenciones por parte de cuadrillas de desinfección, que limpian cada espacio.
Quienes fallecen por otros motivos tampoco tienen un sepelio normal. Máximo diez dolientes pueden acompañar el último adiós en los cementerios.
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“Estamos restringiendo el ingreso a los familiares que vienen a acompañar para evitar que se reúnan bastantes personas”, agrega la funcionaria.
Pero la intención es que la ciudad no registre números muy grandes de fallecidos por la pandemia. De allí la importancia de que todos nos quedemos en casa y asumamos con responsabilidad medidas como el lavado de manos.