Hace 20 años, en un día como hoy, una pesada maquina empezaba a rugir un poco antes de las tres la tarde en la localidad de Suba, noroccidente de Bogotá. Al mismo tiempo, en el colegio Agustiniano Norte, en la misma localidad, el bullicio de los estudiantes que ese día salían de clases estaba a tope.
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La pesada máquina que salió de sus patios a transitar por las calles, sin saberlo, causaría uno de los peores accidentes en la historia de la ciudad.
Las rutas del colegio también partieron hacia sus distintos destinos y los dos vehículos se encontraron. La máquina rodó por una curva y descargó su peso en el bus escolar. 21 niños fallecieron, junto a dos adultos, y 25 más quedaron heridos.
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Muchas vidas rotas ese 28 de abril, recordado como uno de los días más tristes de la ciudad. También cambiaron las vidas de los que acudieron al rescate, entre ellos, María Mercedes García, socorrista de la Cruz Roja.
“Toco empezar a leer el listado de los niños que habían sido trasladados a centros asistenciales y en ese momento, a medida que se iba leyendo el listado, una persona dice: '¿y si usted no da el nombre de mi hijo qué quiere decir?'. Todos sabíamos la respuesta, pero nadie la quería dar", narró María Mercedes.
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El sargento Omar Castañeda, experimentado socorrista miembro del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá, cuenta que en su larga trayectoria no vivió un caso semejante, uno que lo tocara tanto como ser humano.
Impotentes ante las circunstancias, valientes bomberos que, en medio de sus labores, lloraron en silencio y pensaron en sus propios hijos.
El sargento Carlos Torres, bombero, dice que “en el servicio, los bomberos actúan porque estamos entrenados para actuar y atender la emergencia, pero después somos seres humanos. Mi hijo estaba estudiando y tenía ruta escolar y al otro día, cuando llegue a la casa, no quería que fuera en ruta".
Días de angustia pero también de esperanza. Años después, al sargento Castañeda lo sorprendió un encuentro muy grato. “A los dos años llega un niño a la estación y le digo: ‘¿En qué le puedo servir?’. El niño quiere llegar a la estación a darme las gracias, que él seguía vivo gracias a nosotros. Él había perdido una pierna".
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Todos aquellos que acudieron a brindar ayuda material o espiritual vivieron un cambio en sus vidas, uno de ellos fue el padre Juan José Gómez, rector del colegio.
“Se me viene a la mente cuando escucho la canción de los ángeles: ‘Los ángeles están en ese lugar, parece que el cielo bajó o que Dios está con nosotros'. Siempre que recuerdo esa canción, mi corazón se eleva a Dios para hacer una oración por los 21 angelitos, por los familiares y por los sobrevivientes”.
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