En ese lugar está él, detrás de la valla, en la zona de peligro y portando su uniforme con orgullo, aunque tema contagiarse. Paradójicamente, quienes brindan seguridad también se sienten vulnerables al COVID-19.
“Siente uno nervios cada vez que sale a la calle y vuelve a la casa, no sabe si de pronto lleva el virus”, manifiesto Jorge Fernández, subintendente de la Policía de Infancia y Adolescencia.
Tiene el turno nocturno de vigilancia en este barrio que ahora está en cuarentena obligatoria. Aunque su esposa no puede pasar las noches junto a él, lo espera cada mañana junto a sus tres hijas.
“Mi hija, cuando yo llego del trabajo, me dice que soy su héroe. Es una gran recompensa”, destacó el uniformado.
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Como él hay otros 90 policías y 30 soldados que durante 14 días están blindando las calles de este sector del nororiente de Medellín para que no se registren más contagios. Durante las noches los acompaña el halcón y drones para verificar desde el aire que se esté cumpliendo la medida.
“Tenemos un sistema de vigilancia aérea que nos permite ver en qué calles se encuentran personas que no están cumpliendo el decreto que aislamiento y por medio de esta lo que hacemos es activar el servicio de policía para que vayan y conduzcan a esta persona hasta su residencia”, explicó el coronel Iván Santamaría, comandante operativo del Valle de Aburrá.
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Durante los tres días de cuarentena en Santa Cruz parte baja, 35 personas han sido sancionadas y dos personas capturadas por reincidencia, cada uno, hasta con cinco comparendos.
“No han cumplido el pico y cédula, no se han inscrito en la plataforma ‘Medellín me cuida’ y aparte de eso es de ambular en los sectores”, indicó el coronel Santamaría.
Según las autoridades este brote obedece a la indisciplina de algunos ciudadanos, unas 65 fiestas se han intervenido, por incumplir la medida.