Miguel Ángel Borja es el goleador del torneo colombiano. Está a punto de lograr un récord y su única cuenta en las redes sociales no alcanza los 500 seguidores. “La abrí hace apenas una semana”, dice.
Miguel Ángel Borja mide 183 centímetros, pesa 83 kilos, algunos le dicen ‘el tanque’ y es el terror de las defensas del futbol colombiano. Pero en la casa de sus padres Nicolasa Hernández y José María Borja en el barrio Escolar, el “más grande y hermoso” de Tierralta (Córdoba), dice, el sigue siendo el niño, el pequeño de sus viejos y de los 12 hermanos que le superan en edad.
Es a ellos, a sus vecinos, a sus amigos y a los cerca de 100 mil tierraltenses, a quienes quiere llevarles el botín de oro del futbol colombiano. “Sería algo histórico, el pueblo siempre ha estado marcado por la violencia, ese botín le va a dar muchas alegrías” asegura Miguel Ángel.
Su propósito está muy cerca de cumplirse. En 19 partidos que ha disputado este semestre en la liga colombiana ha marcado 17 goles y este jueves en el estadio Doce de octubre de Tuluá (Valle) tiene la posibilidad de hacer el número 18 y alcanzar el registro de Jackson Martinez, el chocoano del Guangzhou Evergrand (China) que tiene el registro de goles más alto en la historia de los torneos cortos de fútbol colombiano, que se juegan desde 2001 (lo logró con el Medellín en 2009, cuando además se coronó campeón).
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En el partido de ida por las semifinales de la Liga colombiana este jueves, contra el DIM, Miguel Ángel también podría ampliar la distancia contra sus más cercanos competidores: Vladimir Hernández, volante de Atlético Junior que lleva 12 goles anotados en 21 partidos; Leonardo Castro, el delantero del DIM que tiene 9 dianas en 18 partidos; y Orlando Berrío, que ha marcado 8 tantos para Atlético Nacional en 18 encuentros.
“Sería especial. Además, uno siempre quiere marcarles a los (arqueros) grandes y David González es uno de ellos, tiene grandes cualidades, y al DIM nunca he podido marcarle”, manifiesta.
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De lograrlo, no sería una experiencia nueva, pues Miguel Ángel se ha ido acostumbrando a vestirse de verdugo de los grandes.
Con sus goles no solo ha amargado a Santa fe. El 16 de noviembre de 2014, cuando vestía la camisa 19 de Olimpo de Bahía Blanca (Argentina), le sacó jugo a un error de un defensa de River Plate, y con un derechazo que terminó en el ángulo izquierdo del arco defendido por Marcelo Barovero, puso a temblar el liderato del equipo millonario en el torneo gaucho.
“Son los que uno siempre recuerda. En Argentina le hice a Lanús, pero el que le anoté a River es el que más recuerdo. Si ellos le ganaban a Olimpo eran casi campeones. Y hacerle gol a un arquero tan histórico como Barovero es una bendición de Dios”, recuerda, y enfatiza: “siempre estoy exaltando el nombre de Dios, él es fundamental en mi carrera”.
Su devoción, cuenta, nació porque “uno a veces es rebelde, mal educado, y eso no lleva a nada”. De ahí su cercanía a la música de la agrupación rapera Redimi2 y al vallenato de Eduardo Morelos, quienes le cantan exclusivamente a Dios. “Ellos edifican, le ayudan mucho a uno”, asegura Miguel Ángel.
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Se acaba un ciclo
Miguel Ángel es considerado por los expertos como una especie de revelación en el fútbol colombiano.
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Este jugador diestro, que admiraba al Pibe Valderrama por sus jugadas y su melena, y que analiza videos de los mejores momentos de Falcao García para aprender de él, y que quiere seguir los pasos del hombre al que esta apunto de tumbarle un récord, tiene los días contados en Cortuluá.
Está tan seguro de que tan pronto termine el torneo le llegaran ofertas para cambiar de casaca, como de que las mejores empanadas son las que cocina su mamá Nicolasa y que los picaos que más extraña son los que jugó en la cancha del Escolar, un espacio que a pesar de tener más arenilla que grama cuenta “con el mejor drenaje: la casa de unos vecinos que queda en el tiro de esquina y a donde fue a parar por años la lluvia” que azota en temporada invernal a Tierralta, municipio del Alto Sinú.
“Pobres, tuvieron que hacer un canal porque toda el agua iba a parar allá”, explica Miguel Ángel entre risas.
Por ahora, mientras el jueves llega, él se dedica a afinar las mejores alineaciones del Real Madrid en la consola de juegos para pasar el tiempo en su casa en Tuluá, en la que vive junto a su esposa, su hijo y su cuñada, y a pensar en los mejores sitios para ir a cenar con ellos. En especial si se trata de comida italiana, una de sus favoritas.
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También espera con ansias que el teléfono suene y que del otro lado le hable Carlos El piscis Restrepo, director técnico de la Selección Colombia Sub 23; que le diga que será uno de sus hombres en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, porque el deseo de regresar a la tricolor está tan grabado en la cabeza de Miguel Ángel como el anhelo de pisar de nuevo tierras europeas (ya jugó en el Livorno), competir con los grandes, como lo hace James Rodríguez, uno de los futbolistas a los que más admira.
Y del partido del jueves, Miguel Ángel piensa que lo importante es sacar un resultado diferencial ante el DIM: “porque en esa cancha (la de Cortuluá) todos los equipos se complican y sacando una buena diferencia, ellos nos van a dejar muchos espacios en el partido de vuelta en Medellín”.
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Por eso, dice, lo importante es que anote cualquiera, aunque los “goles que vengan de acá en adelante los voy a celebrar a rabiar”.
Hacerlo sería como pisar esos senderos de oro y diamantes que componen el cielo que su religión promete, que su Dios manda.