Junto con los proyectos agroforestales se están convirtiendo en una nueva apuesta para sostener la paz en la región.
Como una gran cúpula que apunta al cielo se levantan sobre las montañas del occidente boyacense los cerros de Fura y Tena, impresionantes formaciones rocosas que los indígenas muzo, los primeros pobladores, asociaban a la creación del mundo. Bellas tierras que en sus entrañas guardan un tesoro codiciado por muchos: las esmeraldas.
“La mina ha sido la mano derecha de Dios que nos ha dado porque siempre para uno rebuscarse una platica, así uno sufra para trabajar”, dice Elinarco Ortiz.
Esperan un golpe de suerte como el que vivió Enrique Fajardo hace ya varios años cuando halló, junto a su sobrino, varias esmeraldas que cambiaron sus vidas.
A Enrique, la vida le sonrió y recompensó sus esfuerzos en el socavón, pero ellos saben que el negocio es una lotería. Por eso en la región otros buscan nuevas alternativas.
Alejandro Toro es un economista que vio en los cultivos de cacao otro tesoro que yace sobre las minas de esmeraldas, se hizo experto en buenas prácticas agroforestales y hoy busca exportar un producto de alta calidad.
Sabe muy bien que el negocio del cacao no es el único rentable y sostenible, los exóticos paisajes de la región tienen un potencial turístico que no se puede ignorar.
Otros proyectos como la finca San Luis, que buscan diversificar la actividad minera, son apoyados por la diócesis de Chiquinquirá, un aporte para la paz de esta región, en otras épocas, azotada por la violencia.
Atrás quedaron los días de incertidumbre. Iglesia, mineros, campesinos y emprendedores trabajan por construir un futuro mejor en la tierra de las esmeraldas, sólo esperan que el Gobierno no los deje solos.
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Updated: enero 15, 2019 08:52 p. m.