En medio de la violencia que se vive en Tumaco, los pequeños hacen esfuerzos para llegar a su escuela y aprender. Pero no hay quien les dé clase.
Dieguito es nativo de la vereda Vallenato, a los 13 años está en quinto primaria. Todos los días bien temprano sube una montaña desde el rio Mira; tiene un único sueño, quiere ser médico cuando grande y poco le importa que lo sorprenda la guerra de los grandes.
“Los soldados entraron, la guerrilla se dio cuenta y empezaron a darse plomo. ¿Y los niños donde estaban? Nosotros estábamos en la escuela, cuanto todo se calmó, nosotros nos vinimos, nosotros llegamos aquí y de noche volvió la plomacera. ¿Tú sientes miedo cuando pasan esas cosas? (ríe) Nooo, uno que va a hacer si uno está acostumbrado a eso”, dice Diego.
Yuliana es una estudiante destacada, en medio de su timidez saca fuerzas para contar cómo se siente ser niña en medio de la violencia.
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“Yo antes sentía miedo y me quería ir de acá para Pasto. Yo le pido a Dios que nos pase nada, porque yo digo, ellos por qué se están matando, en la vida todos somos hermanos”.
Los niños de la escuela del vallenato dibujaron sobre cartulina negra sus miedos. En sus palabras, ‘no quiero pelea’, ‘no quiero guerra’, ‘solo quiero paz’.
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Hablan de los amiguitos que se fueron al cielo, o de los que se fueron de las veredas con sus familias por miedo, hasta que la escuela quedó casi vacía.
El semi-internado se creó para los niños que vivían en veredas alejadas y en mayo se acabó. Los dormitorios y demás instalaciones están vacías.
El restaurante también dejó de funcionar, Yolanda, la manipuladora de alimentos, fue testigo.
“Antes sí se les daba la alimentación a los niños, estaban en el internado. ¿Venían bastantes niños? Bastantes, como unos 250 niños”, dice Yolanda.
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La institución del Vallenato es la sede principal de 17 sedes educativas que tiene el territorio. Al comienzo del año tenían 148 alumnos, hoy son solo 42 niños o menos.
Los niños del Alto Mira no quieren ser raspachines ni cocineras, quieren ser médicos, enfermeras, ingenieros, deportistas.
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Para eso vienen a la escuela. Tienen 9 profesores, pero no van todos los días.
Recibir clases en estos centros educativos es un milagro, como los que hace el profesor de informática para dictar su clase. No tienen computador.
Razón tenía Uriel, un alumno disciplinado del grado quinto, cuando contó en el camino con su lista de reclamos.
“Tanto esfuerzo que hago yo para llegar a este punto y que los profesores no lleguen. Si usted va a comparar un cuaderno mío con los de afuera es incomparable, siempre van a ir más adelante ellos porque acá se pierden muchas clases. ¿Y qué podemos hacer?, nada porque si vamos con mi mamá a la Secretaria de Educación una sola golondrina no llama agua”.
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Yuliana pidió el micrófono para hacer su solicitud: " Presidente Duque, en nombre de todos los niños del rio Mira y frontera le quiero decir que tenga en cuenta la educación, así como tiene plata para la erradicación, que también tenga plata para la educación. Nosotros queremos ser el futuro de mañana y formar una nueva Colombia", dice.
Después los vimos salir de la escuela a las diez de la mañana, con las mochilas sin abrir.
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Atrás van dejando las aulas vacías, porque ellos saben que su puesto aun lo está ocupando la guerra de los más grandes.