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“Hay que seguir insistiendo”: Ernesto de Lima ha fundado más de 25 empresas y no para de trabajar

“Hay que seguir insistiendo”: Ernesto de Lima ha fundado más de 25 empresas y no para de trabajar

Este caleño de 87 años se ha levantado de las cenizas varias veces y logró convertirse en el intermediario de seguros de más alto volumen en América Latina.
“Donde perdimos duro fue Interbanco, 12 millones de dólares; Holguines, por ahí US$7,8, y la crisis que nos dejó Samper, que esa fue durísima. Nos hemos tenido que levantar de las cenizas varias veces"
Desde Cali, Ernesto de Lima Le Franc ha participado en la fundación de más de 25 empresas. "Uno no puede fallar, uno tiene que seguir insistiendo", dice.
Pero fue la corredora de seguros Delima & Cia, el soporte de su Organización.
"Mi padre era norteamericano. Era vicepresidente de un banco fundado por mi abuelo, cuyo billete está aquí, de 1903. Este banco, que se llamaba el Battery Park National Bank, se asoció con el Bank of America. Entonces la familia de Lima terminó con el 26 % de las acciones del Bank of America. Yo no sé qué las hicieron, porque no hubiera tenido que trabajar nunca en mi vida", afirma.
Su padre llegó a Colombia en 1921 con la misión de cobrar cartas de crédito a los cafeteros. Cumplió su trabajo y cambió Nueva York por el Valle del Cauca. Nació en Cali en 1932 y fue enviado por su padre a Estados Unidos a terminar sus estudios de secundaria.
"Yo me inscribí en una escuela de minas. Me aburrí un poquito con la ingeniería y le dije a mi papá que quería cambiar. Me voy a inscribir a la Universidad del Valle, pero faltaban ocho meses y me dijo: ‘Ocho meses no se puede quedar aquí en la casa sin hacer nada’”, comenta.
Agrega que, coincidencialmente, su padre “fue al correo y se encontró con un señor que tenía una importante agencia de seguros”, a quien le dijo: “Tengo un hijo de 20 años que no sabe hacer nada, pero habla perfecto inglés”.
“Y dijo: ‘Lo necesito ya mismo’. Y comencé esa misma tarde. Me dijo: ‘Ese es su escritorio. Siéntese ahí y escuche todo lo que yo hablo con clientes, con aseguradoras, para que vaya aprendiendo’”, recuerda Ernesto de Lima.
Anota que él “fue un gran profesor” y que era un señor “habilísimo” y “ganaba dinero”.
“Debía haber sido uno de los hombres más ricos de Colombia si hubiera sido ordenado. Pero era díscolo. Le gustaba el traguito y las faldas. Ese señor terminó muy mal, porque se había atrasado en el pago de las primas a las aseguradoras. Entonces le mandaron auditorias desde Nueva York y le cancelaron el contrato".

De Lima vio una oportunidad, empezó a visitar clientes por su cuenta y, al poco tiempo, logró convertirse en agente directo de las compañías aseguradoras.
"Mi pequeña oficina, que fue creciendo muy rápidamente y ya en el año 55 yo debía tener unos 4 ó 5 empleados y en el 57, 8 ó 10, que fue cuando fui a buscar la corresponsalía para Colombia de Marsh. Entonces, yo me puse a estudiar seguros", afirma.
De Lima fue cazador y campeón nacional de tiro de platillo. El deporte lo acercó a los gerentes de las aseguradoras multinacionales, entre ellas Marsh, que aceptó la propuesta de corresponsalía en Colombia con la condición de que abriera una oficina en Bogotá.
Se convirtió al final en el intermediario de seguros de más alto volumen al final en América Latina.
“Eso era por la política de vincular socios locales, gente que aunque no supiera de seguros tuviera muy buena reputación, gente muy reconocida en su plaza. Yo llegué a tener 54 socios y esa fue la grandeza de De lima", sostiene.
Durante más de 40 años, De Lima fue corresponsal de Marsh hasta que terminó de venderle su compañía en 2009. Pero su aseguradora ya le había permitido, a él y a sus socios, apalancarse para crear un grupo empresarial que llevaba décadas invirtiendo en múltiples negocios y creando nuevas empresas, entre ellas Alianza Fiduciaria y Datecsa.
"Trajimos, en el año 79, los primeros Mazda a Colombia. Nos dieron la concesión de Mazda, trajimos, en el primer embarque, 1.500 carros Mazda. Se vendían como pan caliente y nos ganamos un ‘tarrado’ de plata y luego viene el gobierno de Turbay, que fue tan malo también - ¡Carajo!, sí ha aguantado Colombia gobiernos malos-, cierra las importaciones a partir de diciembre 31. Por supuesto quebró a todas las marcas”, asegura.
De Lima continuó en el negocio de los vehículos y logró representaciones de marcas. Conserva una vitrina importante de Volkswagen en Bogotá. Pero no solo los negocios han hecho parte de su vida. Recuerda el secuestro de su hijo Fernando en 1992 por parte de las FARC.
“Lo tuvieron tres meses y medio. ¿Y sabe quién me llamó? El papá de Pacho Santos. Me llamó Hernando y me dijo: ‘Le voy a pedir, si tú me autorizas, a Álvaro Leyva, que me ayudó muchísimo con el rescate de Pacho, la ayuda para rescatar a tu hijo. ¿No tienes inconveniente?’. Le dije que por supuesto que no y evidentemente nos ayudó", asevera.
De Lima fue amigo de Luis Carlos Galán. Recuerda un viaje premonitorio a Neiva en 1986.
"Y le digo: ‘Luis Carlos, mirá que Santofimio anda todo el día con Pablo Escobar’. Y me dijo: ‘¿Tenés libreta?’. Le dije que no. Nos habíamos sentado en la cafetería y cogió una de esas servilletas y escribió: ‘Alberto Santofimio, esto es un anagrama que se llama’. Y fue escribiendo letra por letra e iba tachando: ‘Tanto mafioso libre’", dice.
Ernesto de Lima acude a su oficina todos los días y espera que su organización siga siendo familiar.
"Yo nunca he sido desocupado. Mi señora me dice: ‘¿Por qué tenés que ir todos los días a la oficina, ya podrías quedarte’. Pero es que si me aburro descansando, a mí me gusta ir a la oficina a trabajar".
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