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Steven Herrera, un colombiano de 26 años, se ha embarcado en una travesía sin precedentes: recorrer Suramérica de norte a sur corriendo. Su objetivo es completar 11.600 kilómetros, el equivalente a aproximadamente 340 maratones, en tan solo un año. Este desafío, bautizado como ‘Proyecto Suramérica’, lo llevará desde Punta Gallinas en La Guajira, Colombia, hasta Ushuaia, en la Tierra del Fuego, Argentina, atravesando desiertos, páramos, selvas y bosques de cinco países. Sin embargo, la historia detrás de este monumental reto es tan impresionante como la distancia misma; es un relato de superación personal que comenzó en el punto más oscuro de su vida. Conózcalo en Los Informantes.
Hace unos años, con apenas 20, Steven Herrera se encontraba sumergido en lo que él describe como una oscuridad interior profunda. Una quiebra económica, una decepción amorosa y la muerte de un ser querido lo llevaron a una depresión severa. La carga emocional era tal que una noche tomó una decisión drástica.
"Yo me intenté quitar la vida en Bogotá. En ese momento llamé a mi hermana y les decía ‘Discúlpenme pero no, perdónenme, me siento muy mal. Yo no puedo con esta carga que estoy sintiendo en mi vida, en mi corazón'", relató Herrera.
Esa noche, pidió un taxi con la intención de que lo llevara a un puente para lanzarse al vacío. Trepó la baranda y se despidió, pero justo en ese instante ocurrió lo que él llama el milagro. El taxista, quien se había percatado de su angustia durante el trayecto, regresó y lo detuvo en el último segundo. "Él donde me dejó paró más adelante y se regresó. Cuando él se regresó, yo ya me iba a botar y él me tacleó, me agarró", recuerda Steven. Esa intervención no solo le salvó la vida, sino que marcó el inicio de su renacimiento.
Para Steven, correr no es solo un deporte, es una terapia. Fue la herramienta que utilizó para salir de la depresión y reconstruirse. "Cuando estaba atravesando por la depresión, yo no quería ni levantarme a veces de la cama, pero volver a correr fue parte de esa terapia como que dije 'tengo que ayudarme y tengo que levantarme'. Y el correr largas distancias era como limpiar la mente de tanta carga", explica.
Esta no era la primera vez que correr le salvaba la vida. Años antes, tras irse de casa a los 15 años para "aprender y entender cómo funcionaba la vida bajo mis propias responsabilidades", se encontró solo y cayendo en adicciones. "Me sentí adicto a la pornografía", confiesa. Un amigo atleta le sugirió usar esa energía en el deporte.
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La primera vez que corrió de forma consciente fue reveladora. "Un día él llegó y me dijo vaya a correr 2 horas sin parar'. Pero me dijo 'cuando termine, siéntese siquiera en un andén, cierre los ojos y observe su mente'. Y yo hice ese ejercicio y observé y dije 'oiga, mi mente está tranquila'", rememora. Desde ese momento, el running se convirtió en su ancla. Corría para ocupar su mente, para conectarse con la naturaleza e incluso para trabajar, subiendo corriendo 16 kilómetros hasta un páramo para comprar quesos y bajar con una maleta de hasta 60 libras en la espalda.
La idea de recorrer Suramérica corriendo nació de forma espontánea, como una manera de retarse física y mentalmente. Aunque algunos lo tilden de loco, él lo ve de otra manera. "Yo no estoy loco, creo que estoy muy cuerdo y lo que he venido haciendo se requiere de mucha valentía y conciencia. Entonces yo creo que para mí es un acto de cordura", afirma con convicción, y añade: "Yo digo que el mundo necesita más locos como yo".
El desafío implica correr un mínimo de 42 kilómetros diarios durante 365 días, lo que equivale a una maratón diaria. Para lograrlo, Steven cuenta con una predisposición genética notable. Exámenes médicos previos al viaje sorprendieron a los especialistas, revelando que su cuerpo tiene "una capacidad de recuperarse demasiado rápida", una oxigenación superior y un sistema muscular adaptado para largas distancias.
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A pesar de sus capacidades físicas, el viaje no está exento de dificultades extremas. Ha enfrentado días en los que las piernas le pesan, los músculos le arden y la visión se le nubla. En esos momentos de crisis, recurre a sus propias herramientas para sobrellevar el dolor: "Me gusta cantar, me gusta orar". El dolor, incluso, lo lleva a liberarse emocionalmente.
En el momento de la entrevista con Los Informantes, Steven ya había completado sus primeros 1.000 kilómetros y cruzado siete departamentos de Colombia. Para no abrumarse con la inmensidad del reto, su estrategia mental es simple pero poderosa: "No me gusta pensar en la dimensión ni las distancias. Me gusta mucho es enfocarme en el paso a paso. Disfruto mucho el paso a paso. Como que lo único importante es lo que está sucediendo ahora y es el paso que usted puede dar adelante. El siguiente paso. No hay más".
Este viaje de 11.600 kilómetros es también un desafío logístico. Steven viaja con dos amigos: uno encargado del registro audiovisual y otro que conduce un carro-casa donde duermen y cocinan. Hasta ahora, la travesía se ha financiado con sus ahorros, el apoyo de algunas marcas y la venta de camisetas del proyecto. Uno de los gastos más significativos son las zapatillas; calcula que usará más de 25 pares, cambiándolas cada 500 kilómetros.
Para él, esta ultramaratón es un reflejo de la vida misma, con sus etapas de euforia y sus dificultades. Lejos de arrepentirse de su pasado, lo mira con gratitud. Al recordar el momento en que intentó quitarse la vida, comenta: "Yo creo que es lo más hermoso que me ha pasado (...) Es que las dificultades son las que nos permiten evolucionar, crecer, entender, comprender".
Con cada zancada, Steven Herrera no solo se acerca a Ushuaia, sino que también reafirma su filosofía de vida, demostrando que después de la tormenta, se puede correr hacia un nuevo amanecer. Como él mismo dice, no se trata de añadir días a la vida, sino de "añadir vida a los días".