
En una casona neoclásica de La Cabrera, donde los techos altos y el artesonado conviven con sillas de cuero y una barra abierta, Adriano propone algo que parece simple, pero que en Bogotá es un lujo: comer sin prisa. El chef Felipe Giraldo, quien pasó cinco años en España y ha trabajado en proyectos como Bícono y Tremé, encontró en Casa República el escenario ideal para reinterpretar la cocina española desde el recuerdo y el oficio, sin caer en la réplica literal.
Este concepto de hospitalidad y diseño no ha pasado desapercibido. En la Gala Fine Dining Table Colombia 2025, Adriano fue galardonado con el premio al Mejor Diseño de Restaurante, un reconocimiento que destaca su elegante arquitectura, sus obras de arte y su capacidad para evocar lo clásico sin caer en lo temático. Además, recibió una distinción especial 'Sartén de Fuego', que resalta su compromiso con la calidad y la experiencia culinaria.
Tradición que dialoga con el presente
En Adriano no hay una carta dividida en entradas y platos fuertes. Aquí el menú está diseñado para el tapeo: raciones al centro, pensadas para ser compartidas. Se empieza ligero, con milhojas de papa y tartar de res, tostadas de paté de pollo con durazno y avellanas, arancinis de queso Manchego o croquetas de matanza con sobrasada, jamón ibérico y chorizo. Y se avanza hacia sabores más potentes como huevos estrellados con txistorra y papas criollas, torreznos con emulsión de guindilla o pulpo a la parrilla con romesco.
Los platos de mayor carácter, como la terrina de cochinillo prensado con puré de calabaza y reducción de miel y manzana, o el lingote de cordero braseado con polenta y setas, apuestan por la profundidad más que por el tamaño. El arroz cremoso de gambas con stracciatella y el pastel de rabo de toro con gratín de papas son ejemplos de esa cocina que sostiene la conversación, en lugar de interrumpirla.
Postres y barra sin guion cerrado
La carta dulce mantiene la misma filosofía: tarta vasca de queso Idiazábal, flan de yemas con dulce de leche, coulant de pistacho con helado de pimienta verde o torta de café y chocolate con mascarpone.
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En la barra, el equipo pregunta primero al comensal qué le gusta y luego sugiere. Así nacen cócteles como el San Felices Fizz (gin, lavanda, yogur griego, naranja) o La Mancha del Martini (gin, vermut, queso Manchego), junto a una selección de vinos, mayoritariamente españoles, que se pueden dejar en manos del sommelier sin temor a equivocarse.
Para Giraldo, compartir raciones es más que un estilo: “El tapeo rompe jerarquías. En estos tiempos de tanta prisa, comer así es casi un acto de resistencia”. En Adriano, la experiencia no se mide por el tiempo que pasa, sino por la conversación que fluye y los recuerdos que se construyen.
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Más que un restaurante de cocina española, Adriano es un espacio donde la tradición y la modernidad se sientan a la misma mesa, y donde cada plato es un puente entre lo que se recuerda y lo que se vive en el momento.
LAURA CAMILA RAMOS CONDE
NOTICIAS CARACOL