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Durante 30 años, Gustavo León Yepes vivió en las calles de Medellín. Desde muy pequeño su vida estuvo marcada por el abandono familiar y la drogadicción, pero a sus 71 años, desafió todas las probabilidades y se graduó como abogado de la Universidad de Antioquia. Tras contar su historia en Los Informantes, consiguió trabajo en la Defensoría del Pueblo. Hoy, después de superar muchos obstáculos, ejerce la carrera por la que tanto se esforzó.
Gustavo creció en el barrio Boston de Medellín, siendo el menor de cuatro hermanos. Desde pequeño vivió con miedo de su padre, un hombre violento y alcohólico que marcó su niñez.
“Mi infancia fue muy tormentosa porque mi padre era un hombre adicto al alcohol. Viví con mucho miedo y temor de él”, relató Gustavo a Los Informantes.
En varias ocasiones, su padre los sacó de la casa con un revólver. Además del maltrato, Gustavo enfrentó el rechazo de sus hermanos, el desprecio de su hermana y la indiferencia de su madre.
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La falta de amor y el ambiente violento lo empujaron a buscar consuelo en las drogas. Comenzó con marihuana, pero pronto cayó en el consumo de bazuco y otras sustancias. La adicción lo llevó a abandonar su hogar y a vivir en las calles de Medellín, donde pasó tres décadas.
Durante ese tiempo, llegó incluso a sacar dinero de su familia para seguir consumiendo. Fue expulsado del colegio, aunque logró terminar el bachillerato en el anexo de la Universidad de Antioquia. A los 23 años se inscribió en Derecho, pero solo cursó cuatro semestres en cuatro años, en parte por los paros universitarios.
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Cuando era habitante de calle su familia lo buscó: su hermana necesitaba un trasplante de riñón. Gustavo decidió donarle el suyo. Se mantuvo sin consumir durante varios días, se sometió a los exámenes médicos y realizó la cirugía.
“Al otro día me levanté, me bañé, me vestí y me fui caminando y seguía consumiendo. A los seis meses, mi hermana murió”, recordó.
Esto terminó de romper el vínculo con su familia, que lo culpó por lo ocurrido.
La transformación comenzó cuando le hablaron del programa Centro Día. Gustavo se acercó y empezó su proceso de rehabilitación. Fue un camino largo, con recaídas y momentos difíciles. Su salud se deterioró: fue diagnosticado con hepatitis y cirrosis, y estuvo hospitalizado más de un mes.
Al salir del hospital, tomó una decisión radical: reconstruir su vida y retomar sus estudios. Escribió una carta a la Universidad de Antioquia, explicó su historia y pidió ser readmitido. En 2016, con 63 años y aún habitante de calle, volvió a las aulas.
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En la facultad se reencontró con antiguos compañeros que ahora eran sus profesores. Varios lo apoyaron con alimentación, transporte y otras necesidades básicas. En medio de sus estudios, enfrentó un cáncer de hígado que lo obligó a cancelar un semestre.
Sin embargo, no se rindió. Con esfuerzo y disciplina, logró graduarse como abogado. “Si yo fui capaz con la edad que tengo ser abogado de la Universidad de Antioquia, soy capaz de lo que sea y lo digo con orgullo”, dijo.
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Aunque ya era abogado, Gustavo no conseguía trabajo en su área. Hasta que su historia fue emitida por Los Informantes. La entrevista tocó muchas fibras, una de ellas fue la de Iris Marín Ortiz, Defensora del Pueblo.
"Después de la entrevista con Los Informantes me empezaron a llamar a varias personas. En la Defensoría del Pueblo me escribieron que me iban a dar un puesto y me pidieron toda la documentación requerida”, contó Gustavo.
Finalmente, fue contratado por la entidad encargada de promover y proteger los derechos humanos en Colombia. Para él, este logro representa mucho más que un empleo: es el reconocimiento a su lucha por cambiar.
"Me alegra mucho, significa tanto que yo a veces no me lo creo. Pues es a mi edad, que una entidad como la Defensoría del Pueblo es un triunfo”, expresó.
Hoy, Gustavo tiene un mensaje claro para quienes piensan que los sueños tienen fecha de vencimiento:
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"El mensaje es que nunca es tarde para nada, nunca. Yo soy una persona que creo mucho en la predestinación, que creo mucho en Dios y yo creo que Dios tiene su momento, que todos hagan el esfuerzo, no hay espacio para decir no nunca”, señaló.
Aunque el trabajo requiere mucho conocimiento y adaptación, está decidido a salir adelante:
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"Ahora sueño con adaptarme bien al trabajo porque requiere mucho conocimiento, mucha habilidad, irme adecuado poco a poco porque no es fácil, pero con la ayuda de Dios y con mi voluntad salgo adelante”, finalizó.