Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
La isla Prisión Gorgona, también conocida por su crueldad y dureza como el ‘Alcatraz colombiano’, se fundó en 1960 y estaba destinada a albergar a los 1000 presos más peligrosos de Colombia, aunque llegó a contener 100. Ubicada a 150 km de Buenaventura en el Océano Pacífico, llegar allí era un viaje muy difícil debido a la marea alta. Los reclusos que arribaban al puerto de la isla eran recibidos por un letrero en mármol con un irónico mensaje: Bienvenidos al puerto de Salsipuedes.
Esta cárcel de alta seguridad, que operó hasta su clausura en 1984 por denuncias de violaciones a los derechos humanos, estaba diseñada para ser una competencia cruel a la pena de muerte, según el médico Carlos Restrepo, quien prestó sus servicios en el penal. Su ubicación garantizaba la casi imposibilidad de escape, rodeada por una selva repleta de serpientes venenosas, y un mar infestado de tiburones.
A pesar de estas condiciones infernales, donde la comida era mala, el trato policial inhumano y los internos temían por su vida, Luis Antonio López Cleves, el preso 542, logró la impensable hazaña de escapar no solo una vez, sino dos, llevando con él a dos compañeros. Esto relató en Los Informantes.
Luis Antonio López llegó a la isla en enero de 1977 a los 23 años, condenado a 24 años de prisión por homicidio y robo, aunque desde el primer día alegó inocencia. Fue asignado al patio número dos, conocido como el sector más peligroso y hostil de la prisión. Los internos vivían en medio del miedo y los mosquitos, durmiendo sobre delgadas esterillas, pues no estaban permitidos los colchones, ya que evitaban que los presos guardaran elementos prohibidos. La brutalidad era la norma y las muertes eran frecuentes, de acuerdo con los testimonios.
Después de un año en el penal, el preso 542 comenzó a planear su fuga. Para ello, buscó la ayuda de un hombre clave: Pedro Ariza, el preso número 362. Ariza era conocido como el sobrino del ganso Ariza, un malandrín muy famoso en Colombia.
Pedro Ariza aconsejó a López que se enfocara en conseguir la rebaja de pena a través del trabajo. Con el apoyo de Ariza, López obtuvo permiso para trabajar en el grupo de leña. Durante varios meses, Luis Antonio salió a cortar la leña que se usaba para cocinar los alimentos para todos los internos.
Publicidad
Este trabajo externo, acompañado por dos policías armados, les permitió ganar la confianza de los directivos del penal y así, organizar la logística de la fuga. La primera etapa de cualquier escape, según López, era comenzar a alistar material.
El material más importante era: "agua dulce, panelita, comidita", recordó. Esos insumos vitales se escondían cuidadosamente en la montaña, en "una cueva de abajo de la boca del horno," este era un extremo de la Isla de Gorgona. Luego, lograron que les autorizaran comprar una balsa a unos pescadores, con el pretexto de usarla para llevar los utensilios para preparar el almuerzo. Después de comprarla y repararla con insumos robados del taller, "inventaron que la balsa había sido arrastrada por el mar y la dejaron escondida muy cerca de esa cueva", recordó López sobre su plan de escape.
Publicidad
La huida de Luis Antonio López y Pedro Ariza se concretó el viernes 10 de marzo de 1978. "En vez de irnos al grupo de teatro nos abrimos a mano derecha por la montaña y a buscar a donde tenemos la canoa, sacarla, montarnos y hágale", relató.
A bordo de la balsa de madera, que volcaría más tarde por las olas, ambos se adentraron en el Pacífico. Su navegación era rudimentaria y guiada únicamente por la esperanza de llegar a tierra firme: "nosotros lo único que sabíamos desde que nos embarcamos le hacíamos era derecho, si seguimos derecho llegamos y eso era lo que nos interesaba, llegar a algún lado, fuera del monstruo de este penal". La fuga fue registrada como noticia nacional, y se creía que habían muerto en el mar lleno de tiburones.
Al reflexionar sobre el riesgo, López explicó la desesperación que los llevó a enfrentar a los tiburones en lugar de a sus carceleros: "lo que pasa es que de pronto en la cárcel la muerte hubiera sido más triste porque hubiera sido muy injusta, en cambio, morir en el mar pues valía la pena porque estaba buscando la libertad", señaló.
La hazaña de López y Ariza no se confirmó sino hasta la recaptura de Luis Antonio López, dos años después, el 16 de febrero de 1980, en una finca del Valle del Cauca. La periodista Pilar Hung lo entrevistó antes de ser enviado de nuevo a la isla-prisión. Hung recordó en Los Informantes la gran impresión que le causó su relato: "Ahí conocí a Luis Antonio López Cleves, me contó su historia y yo quedé pues realmente impactada de todo lo que él comentaba, de cómo había logrado fugarse de un sitio que se suponía nadie salía".
Luis Antonio volvió a Gorgona el 5 de junio de 1980, donde fue recibido como una celebridad entre los reclusos, pero la fama no detuvo sus planes. Apenas unos meses después, el 28 de octubre de ese mismo año, López lo hizo de nuevo, pero esta vez con otro compañero de fuga: Omar Perdomo Chala, un guerrillero de las FARC.
Publicidad
Horas antes de la fuga, López tuvo una consulta con el odontólogo, el doctor Jorge Iván González, en la enfermería de la cárcel. Al día siguiente, la ausencia de los internos fue notada en el primer conteo.
La alarma en la isla se desató con disparos de fusil: "suena la alarma y eso pues inmediatamente cunde el pánico allá por todos lados y todo el mundo vuelve a sus posiciones", señaló el doctor. Al igual que en la primera ocasión, la pareja de fugitivos utilizó una balsa para cruzar las aguas del Pacífico. Los medios de la época reseñaron nuevamente la fuga, que también fue documentada en un libro escrito por el capellán de la prisión.
Publicidad
López y Perdomo Chala lograron llegar a la costa. Si bien Luis Antonio López fue recapturado años más tarde para terminar de pagar su condena en la cárcel La Picota en Bogotá, se mantuvo como el único recluso en la historia de Gorgona que logró escapar dos veces de la cárcel más temible de Colombia. La isla, clausurada definitivamente en 1984, es hoy un parque nacional. Recordando el penal, López Cleves concluyó que la cárcel no sirve para nada: "le debo mi recuperación a Dios, a la cárcel no", aseguró.
*Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Los Informantes.