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Varias personas en Colombia que buscaron alternativas para hacer crecer sus ahorros a través de negocios aparentemente rentables y seguros, hoy aseguran sentirse engañadas tras invertir en un proyecto de gastrobar ubicado en Bogotá. Los denunciantes alegan que, a pesar de contar con contratos y promesas de alta rentabilidad, perdieron sus ahorros y no han logrado recuperar su capital.
Los casos investigados por Séptimo Día se centran en la inversión que un grupo de ciudadanos realizó en el modelo de negocio llamado Distrito Cervecero, liderado por William Fernández y Nataly Díaz.
La posibilidad de invertir en una idea de negocio siempre parece una excelente alternativa para hacer crecer los ahorros, no obstante, muchos aseguran que confiaron en las personas equivocadas.
“Me siento triste, me siento estafada, porque era un ahorro que yo tenía, que yo esperaba en el que tuviera más ganancia, pero ni tuve la ganancia ni tampoco tengo el dinero que ahorré”, aseguró Fernanda Penagos, una enfermera de 31 años, que buscaba una opción de inversión y había depositado sus ahorros en un modelo den negocio aparentemente rentable y seguro.
Asimismo, confió Fabio Castro, un estudiante artístico que con las ganancias esperaba obtener recursos para sus estudios universitarios. Ambos encontraron a mediados de 2024, a través de redes sociales, una publicación para invertir en un gastrobar.
La pauta prometía que, invirtiendo "desde los 5 hasta los 50 millones de pesos", se podía obtener una rentabilidad mucho más alta que otras opciones. Tanto Fernanda como Fabio se comunicaron con el número de la publicidad.
El contacto inicial se dio con William Fernández, un hombre que los denunciantes describen como carismático y muy conversador, quien les vendió una gran idea de negocio.
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“Explica que el distrito les dio un espacio para poder ellos agrandar el gastrobar, hacer un lugar de eventos y de coworking y que ellos eran los principales vendedores del gastrobar”, contó Fernanda.
Además, planeaban crear una cerveza artesanal de Usaquén, y necesitaban inversores para obtener permisos de construcción y expansión. “Me dijeron que los primeros 3 meses me daban el 5% de lo invertido. Después ya todo dependía de las ganancias que tuviera y al cumplir 15 meses me podían subir al 15% o al 20%, según ganancias y hasta terminar los 18 meses ya me devolvían los 5 millones y se finalizaba el contrato”, explicó Fernanda sobre la manera en la que le había realizado la propuesta.
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Marcela Campo, una ingeniera biomédica, y su novio Carlos Palacio, también decidieron invertir, argumentando que "los restaurantes bar no tiende a tener tanta pérdida. Definitivamente en la comida y el licor siempre son una de las cosas que siempre tiene gente".
Lo que más generó confianza entre los inversionistas fue la existencia de un contrato que William Fernández les hacía firmar antes de entregar el dinero. Dicho documento, que firmaron todos, especificaba la devolución del dinero e incluso la garantía de obtener los elementos del gastrobar si no se cumplía con el contrato.
“El contrato tenía la particularidad en donde él exponía que no había un riesgo de invertir porque al año si todo salía mal te iban a devolver el dinero”, afirmó Fabio Castro.
El contrato, que supuestamente sería "todo notariado", incluía a Nataly Díaz, presentada como la expareja de William, quien firmaba como representante suplente y en cuya cuenta se depositaba el dinero. Óscar Escobar, un publicista, también invirtió 5 millones de pesos, atraídos por la ubicación y la credibilidad del negocio que operaba antes allí, con quienes William supuestamente tenía una sociedad.
Los montos invertidos variaron, incluyendo $5 millones de pesos por parte de Fabio y Fernanda. Marcela Campo y su novio Carlos realizaron un primer pago de $15 millones y uno segundo de $5 millones.
Aunque Óscar, Marcela y su novio vieron la primera rentabilidad, el panorama cambió rápidamente. Pasados los primeros meses, empezaron a surgir las excusas. Cuando llegó la fecha de pago en septiembre, no se realizó. William Fernández enviaba audios justificando los retrasos, mencionando que estaban mirando "lo de las maquinarias para hacer la construcción que tienen que hacer esa inversión", dijo Fernanda.
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Otros argumentos incluían problemas con la planta, y que el negocio estaba en un "tema de registro INVIMA que no ha podido salir, que todo está demorado".
Los inversionistas se encontraron con la sorpresa de que el establecimiento en el que habían pactado el negocio ya no estaba disponible. Al intentar hacer efectivas las cláusulas del contrato, que les permitían tomar los enseres, se percataron de que los representantes de Vértigo Wings negaban cualquier vínculo con William Fernández.
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Algunos de ellos aseguran que ya han pasado más de 18 meses sin que se haya dado razón del dinero. Un denunciante aseguró que "sacrificamos de todo y no ganamos nada". Otro afectado afirmó: “William y Nataly son unos estafadores, no hay otra palabra para ellos, son unos estafadores, unos ladrones".
Séptimo Día encontró a William Fernández en el sur de Bogotá, y al preguntarle sobre las denuncias por presunto engaño, respondió: “Lamentablemente, un local que teníamos en la 147 nos lo robaron, digámoslo así".
Explicó que la anterior propietaria, María Cardona, tomó posesión del local porque ellos dejaron de pagar los cánones de arrendamiento y nunca entregaron los papeles a la inmobiliaria.
William Fernández afirmó que el dinero recaudado de las personas que se sienten estafadas, que asciende a 200 millones de pesos, "estaba invertido en el local".
Ante el reclamo de por qué no responde a los inversionistas, William contestó: "Yo en estos momentos estoy en quiebra", aunque aseguró que sigue haciendo negocios para poder pagar. William Fernández se comprometió ante las cámaras de Séptimo Día a devolverles el dinero, aunque aclaró que las ganancias "las vamos a negociar para poderlas pagar".
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No obstante, los denunciantes señalaron que esperan recuperar lo perdido, mientras que expertos financieros recomiendan que antes de entregar sus ahorros investigue, verifique y exija garantías reales. Además, de desconfiar de lo que parece demasiado bueno.
Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Séptimo Día.