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El arte puede encontrar inspiración tanto en la belleza como en el caos. Los hipopótamos de Pablo Escobar, una de las excentricidades más recordadas del líder del Cartel de Medellín, han sido tema recurrente en obras de artistas colombianos e internacionales. Sin embargo, la propuesta del artista Camilo Restrepo va más allá de lo convencional: transformar las heces de estos animales en arte y en un experimento que podría tener implicaciones para la salud mental.
Hace cuatro décadas llegaron a Colombia un hipopótamo macho y tres hembras, adquiridos por Escobar para su zoológico privado en la Hacienda Nápoles. Se cree que el narcotraficante pretendía ocultar el olor de la cocaína con el excremento de los animales. Con el tiempo, y ante la falta de control estatal, esta población se multiplicó hasta superar los cien ejemplares, convirtiéndose en una especie invasora con graves impactos en los ecosistemas locales.
Camilo Restrepo es un artista audiovisual paisa de 51 años al que muchos llamaron "loco" cuando lo vieron recogiendo el excremento de los hipopótamos en la Hacienda Nápoles, en Doradal, Antioquia. En menos de un año logró recolectar 300 kilos y los trasladó hasta Medellín. No solo los convirtió en un obra de arte, sino también ha estado realizando experimentos.
"Estos hipopótamos son animales muy territoriales, muy agresivos, son la primera causa de muerte en África por ataque de animales salvajes", señaló; sin embargo, no ha enfrentado problemas en ninguna de sus visitas.
La obra de Restrepo es una reflexión sobre la locura del narcotráfico. En la Bienal Internacional de Arte de Antioquia y Medellín presentó bloques de excremento moldeados para parecerse a los tradicionales paquetes de cocaína incautados por la Policía. Los organizó sobre el piso con precisión quirúrgica y, en una mesa cubierta por una tela verde, exhibió los hongos que nacen de esos mismos desechos.
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En los hongos está la raíz de la curiosidad de Camilo Restrepo, pues los hongos que crecen en las heces de los hipopótamos son alucinógenos y muy comunes en tierras africanas. Ahora, consecuencia del invento de Pablo Escobar y las pocas medidas de control sobre la natalidad de los hipopótamos, también crecen en Colombia.
"Si en una exposición hay un laboratorio que está exhibiendo una droga, ¿qué pasa con eso, es ilegal? Igual pasa con los hipopótamos, que son especies exóticas, invasoras y se supone que no se puede transportar nada, no se puede comercializar. La pregunta es: ¿con la mierda del hipopótamo qué va a pasar, si yo la cojo y me la llevo para otro lado, estoy cometiendo un delito o no?", plantea.
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Para Camilo Restrepo el arte va más allá de la técnica y la perfección, se trata de poner frente a las personas situaciones incómodas, preguntas que se queden para siempre y contradicciones de la vida. Ahora demuestra que, cuarenta años más tarde, los hipopótamos de Pablo Escobar están produciendo también una droga, pero una completamente diferente a la cocaína.
Camilo Restrepo transporta hasta Medellín la boñiga de los animales salvajes y la cocina en sus propias ollas tratando de cultivar el hongo alucinógeno. "De manera silvestre recolecté 50 hongos, el momento de mayor emoción dentro del proyecto porque ahí vi que si se podía conseguir", contó con emoción.
La sustancia que se produce en los hongos de la estiércol de hipopótamo es la psilocibina, la cual fue muy estudiada en los años 60 por el uso que le daban los hippies, pero la guerra contra las drogas prohibió las investigaciones de esta y otras sustancias. Hoy, en países como Australia, Holanda, Canadá, Suiza y Alemania el uso de la psilocibina está regulado con usos médicos y eso es lo que quiere intentar este artista.
Según el artista, "la cocaína es una droga que enaltece el ego, que hace que la gente se sienta diferente al otro y se sienta con más derecho a irrespetar y pasar por encima del otro". Mientras que en el excremento de los hipopótamos, traídos a Colombia por el líder del tráfico de cocaína, están creciendo hongos alucinógenos que hacen algo diferente. "Es una droga que diluye el ego, diluye el yo, hace que la persona se sienta otra con los otros, con la naturaleza, que encuentre una integración diferente".
Este paisa realmente estudió ingeniería mecánica y no ha pasado por clases de dibujo, pero el arte llegó a su vida cuando descubrió el gusto por la fotografía, pero entonces su salud mental empezó a tener tropiezos. "En el 2011 me fui a hacer una maestría de artes a Los Ángeles y fue un primer semestre muy duro. La cabeza estaba despelotada, no sabía si me había bañado o no, todo el tiempo estaba pensando para qué me había ido si en Colombia estaba tan bien".
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Camilo sufre de trastorno de ansiedad generalizada y el origen de su enfermedad podría rastrearse a su infancia, en aquellos recuerdos de la guerra contra Pablo Escobar. "Cuando yo tenía 5 o 6 años íbamos para el colegio y el conductor paró y nos hizo bajar porque había un muerto en la calle. Una escena muy fuerte", recordó.
Su arte se ha enfocado en varios trabajos sobre el narcotráfico y Pablo Escobar, llegando a vender sus obras al museo Reina Sofía de Madrid, España, y al Banco de la República. Sus dibujos, hechos con esfero sin oportunidad de corregir el error muestran a héroes y personajes a los que se les estalla la cabeza.
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Actualmente, Restrepo es una persona que toma medicamento psiquiátrico, pero pretende dejarlo por la psilocibina, esa que está cultivando en su casa con excremento de hipopótamo. "Con respecto a mi salud [pretendo] hacer una toma terapeútica que puede resultar en rebajar mis niveles de ansiedad y que no tenga que tomar más drogas psiquiátricas para la ansiedad. También puede terminar en nada porque la psilocibina no siempre funciona".
Mientras tanto, su estudio en Medellín alberga más de 300 kilos de boñiga convertida en arte y experimentación científica. Una materia prima que llegó a Colombia como un capricho de Escobar y que, cuatro décadas después, podría dar pie a una reflexión profunda sobre salud mental, drogas y poder.