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Cabezote Los Informantes

María Carreño y su caballo: un binomio en camino a los Panamericanos de enduro ecuestre

La jinete colombiana María Carreño es una mujer con una pasión indomable por el enduro ecuestre, una disciplina que la llevará a competir en los Panamericanos de esta modalidad.

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Recorrer, por ejemplo, hasta 160 km sobre un caballo suena a una locura, pero María Carreño terca como una mula, ensilló su yegua para representar a Colombia en el Panamericano de enduro ecuestre, una modalidad poco conocida que premia la resistencia y la habilidad del jinete y del caballo. Los Informantes cabalgó con ellos al ritmo de este binomio de oro.

“En el caballo te da la ventaja de que puedes ir pensando en muchas cosas, ya en exceso de cosas tal vez para mi gusto a veces, entonces son muchas horas, pues uno con uno, yo a veces le charlo al caballo, le cuento mi vida, pero se me acaba qué contarle y no siempre estás con otra persona cerca con quien puedas conversar, entonces es aguántate a ti mismo mucho tiempo, no te sabotees, no pienses negativo, tampoco pienses súper positivo porque después te va a dar durísimo, como buscar el equilibrio”.

Según la Real Academia de la Lengua, a una jinete mujer se le llama amazona, que a su vez significa mujer guerrera, de carácter fuerte y combativa, si algo hay que tener para subirse a un caballo 10 o 12 horas y recorrer cientos de kilómetros es mucha fuerza física y mental, como la de María Carreño, una bogotana de espuelas y sombrero. La única mujer y jinete que va a representar a Colombia en los Panamericanos de enduro ecuestre, una modalidad de quina que puede atravesar montañas o desiertos un desafío hasta para los más fuertes.

“Lo más importante en este deporte es el caballo, pasas el caballo al veterinario, le revisan heridas, hidratación, que no tenga dolor en ningún músculo, que el trote esté perfecto”. Amanece en Guatavita, mítico pueblo de la sabana bogotana corre una brisa helada, hoy el sol es de los caballos, la mayoría de raza árabe, ágiles, musculosos y resistentes. María y su equipo llegan temprano, todavía de noche, alistan con cuidado y junto a los otros 35 participantes salen a las 7:00 a.m. en punto y empiezan un recorrido que supera los 100 kilómetros entre montañas y árboles.

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El lugar es imponente, muy verde en unas partes y casi es cierto en otras. Los caballos y sus jinetes van al trote suave, sostenido, hacen una especie de circuito y llegan al primer chequeo veterinario, paran 20 minutos, los caballos toman agua, los jinetes comen y de patas al lomo revisan minuciosamente que estén en perfectas condiciones para seguir rumiando kilómetros.

El buen jinete acompaña al caballo, va mucho más liviano, sabe cuándo hay que levantarse y sabe guiar al caballo porque tú puedes meterlo por todas las piedras que hay, digamos que un buen jinete trata de ir esquivando las piedras, sabe dónde acelerar, donde desacelerar”. A diferencia de otras jinetes, las de enduro visten en ropa cómoda según el clima, pantalones ajustados y tenis. Como el objetivo es cuidar el animal, en las subidas muy empinadas se bajan y corren junto al caballo para alivianar el peso.

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