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Cabezote Los Informantes

Chester, el líder social que desafió la violencia con un balón como arma de cambio

En Colombia, donde la violencia contra los líderes sociales es alarmante, la historia de Luis Alberto Quiñones, Chester, se destaca porque utilizó un balón de fútbol como herramienta para desafiar la violencia.

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Colombia es tristemente campeón mundial en asesinato de líderes sociales, matan uno cada dos o tres días, los números son aterradores. Luis Alberto Quiñones, Chester, fue un líder social que dedicó su vida a cambiar la de los demás con nada más inofensivo, pero poderoso, que un balón. Los Informantes viajó por aire, por tierra y por río hasta el corazón de las disidencias de las FARCy también al corazón de un hombre que lo dio todo, hasta su vida, por defender las comunidades olvidadas del sur occidente del país.

Siempre pienso lo mismo, siempre digo lo mismo, siempre me pregunto lo mismo, él es quien debería estar acá sentado, no yo, él es el que debería estar acá contando todo”. Es cierto, quien debería estar sentado frente a la cámara se llamaba Luis Alberto Quiñones, cuesta hablar de él en pasado sus familiares, sus amigos, sus compañeros, en el Consejo Comunitario La Voz de Los Negros y en la Fundación PAZame el Balón suelen traerlo al presente. Más de 120 líderes sociales han sido asesinados este año en Colombia. Luis Alberto Quiñones, el siempre sonriente Chester fue el número 42.

No solamente se calla a un líder, creo que también se calla una comunidad”. “No solo matan una persona, matan almas que acompañan esos procesos, matan iniciativas”. Chester fue asesinado el domingo 9 de abril, en Cali, Valle del Cauca, pero su trabajo se desarrollaba principalmente en el Pacífico nariñense, paraíso natural con montañas de todos los verdes y manglares que atraviesan la selva, veredas remotas del suroccidente del país que sufren de un abandono institucional histórico y que están plagadas de combatientes armados, de matas de coca, de miedo, pero también de personas valientes que pasan sus días ayudando.

Chester recibió un puñado de balazos a quemarropa, qué curioso que solía decir que uno de los propósitos de su trabajo era frenar las balas. “Incluso hablábamos de ¿qué pasa el día que a usted lo maten? ¿Y qué decía? Pues a seguir con los procesos, eso se tiene que mover solo". “Un vacío que no creo que nunca lo vamos a llenar”.

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Quienes conocieron bien a Chester coinciden en que era un hombre relajado de 32 años, cuya única intención era que los niños de la Fundación PAZame el Balón patearon una pelota en vez de disparar un arma. Un tipo simpático que, además desde su puesto en el Consejo Comunitario La Voz de Los Negros soñaba con un mejor futuro para los habitantes de las regiones apartadas del suroccidente del país.

La última conversación que tuvimos fue tal vez 10 horas antes. ¿De qué hablaron? Me dice como ‘mi hermano, quisiera que para esa comunidad se abriera una escuela de fútbol rural’ y eso ya es un sueño hecho realidad de Chester, después de su muerte, esa escuela se inauguró un mes y medio después".

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En últimas, Chester era un bacán que no buscaba hacerse rico ni famoso, un hombre que tenía claro que no le gustaba molestar a nadie para que nadie lo molestara a él y eso que suena tan inofensivo, terminó convirtiéndolo en un líder incómodo. Hablamos con decenas de familiares y amigos suyos, todos nos dijeron lo mismo: no saben quién lo mató.

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