Noticias Caracol: Después de casi tres meses de confinamiento prolongado por esta pandemia, el mundo sigue a la deriva y con más incertidumbres que antes. Sin embargo, los escritores tienen una relación distinta con el encierro, se puede decir que les es más útil y fértil para sus propósitos. ¿Ese cuero duro de escritora en soledad ha hecho que su cuarentena sea un poquito menos difícil?
Rosa Montero: En realidad a mí lo que más me gusta hacer en el mundo es coger unas cuantas semanas libres, porque viajo mucho en la vida normal, e irme con mis perras al mar, a un apartamento que es mi refugio secreto y hacer vida de confinamiento.
Yo no sabía que era vida de confinamiento simplemente sacar a las perras, escribir, leer y nada más. Me he podido pasar hasta cuatro semanas sin ver a nadie, y yo feliz como una perdiz.
Pero aquí no ha funcionado así, ni a muchos de mis amigos escritores, porque lo que te entra es el dolor del mundo, el miedo, la angustia (…) en España hemos pasado tiempos durísimos, llevamos casi 30.000 muertos. Yo no podía concentrarme y creo que a los demás les ha pasado lo mismo. La primera semana no pude ni leer, que eso para mí ha sido el talismán mágico siempre.
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Luego, afortunadamente, estaba terminando una novela y la propia escritura me devolvió a la tierra. Me fui metiendo, he conseguido terminarla, saldrá en agosto, y eso me ha salvado una vez más la vida. Aunque sigo teniendo la cabeza agujerada, ya tengo los pies en el suelo otra vez.
N.C.: ¿Cómo es su encierro, cómo lo está viviendo, con quién lo pasa? ¿Cuáles son esas nuevas rutinas que ha construido para no caer en ese marasmo del aburrimiento de estar con uno mismo?
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Rosa Montero: A mí me encanta encerrarme, dedicarme a escribir y terminar una novela, leer (…) esa rutina está. Las que añade el confinamiento, por ejemplo, es la locura higiénica. Yo he pasado el confinamiento sola.
Ahora que ya hemos pasado a la fase uno y ya hemos empezado a salir esta semana, pues ayer me reuní por primera vez con unos amigos en una terraza, con distancias y todo, pero fue emocionante verlos.
Pero lo más emocionante fue que he dado positivo en anticuerpos. A mí me contagió el queridísimo Luis Sepúlveda, escritor chileno, que ha muerto del coronavirus (…) Me contagió a finales de febrero y yo no sabía que me había contagiado (…) Como él dio positivo, nos pusimos un montón de amigos en cuarentena. Por eso yo antes del confinamiento, ya estuve en cuarentena. Solamente tuve un día un poco de fiebre, mucho cansancio.
Ahora me he hecho la prueba serológica y, efectivamente, la pasé. Como estoy inmunizada, ayer abracé a mi prima, que es como mi hermana, y era de sacarse las lágrimas. Después de tres meses, poder abrazar a alguien a quien quieres es precioso.
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N.C.: Al margen de las recomendaciones de salud pública, es un poco triste que ya no podemos comernos una fruta en la calle de manera tranquila. Luis Tejada, escritor, hablaba hace casi un siglo de la tiranía de la higiene. Él argumentaba que mucho del gusto de la vida consistía en administrar dosis correctas de la mugre necesaria para nuestro organismo o nuestras defensas. ¿Cómo cree usted que nos está afectando la vida misma este mundo antiséptico, donde desconfiamos permanentemente del otro?
Rosa Montero: No hay más remedio que hacerlo, porque esto no es por higiene, tiene razón. Está comprobado educar niños pequeños con perros hace que tengan una capacidad de defensas mucho mayor frente a los patógenos. Es decir, hace que sean más sanos.
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Pero no estamos hablando de eso ahora. Estamos hablando de un virus que no conocemos y que tiene un porcentaje de mortalidad que parece que se acerca al 1 % (...) Tenemos que hacer la higiene al extremo, vuelvo a repetir, nos quedan dos años de llevar mascarillas, y si no hacemos eso, va a ser todavía mucho más catastrófico, mentalicémonos.
El confinamiento temporal es la única posibilidad de bajar el índice de contagio y de dilatar la pandemia. Lo siento, si no hay vacuna, no hay otra manera.
N.C.: El mundo de la cultura es quizá uno de los más perjudicados por este virus: teatros y cines cerrados, librerías clausuradas, museos y escenarios musicales solitarios. El arte agoniza, sin embargo, nada nos ha salvado tanto en este encierro como los libros, el cine y la música. ¿A qué atribuye usted esa paradoja?
Rosa Montero: El arte siempre nos ha salvado desde el principio de los tiempos (…) lo complicado es cómo hacer que sobreviva el arte como profesión y como industria en un colapso semejante (…) la sociedad debe aprender a pagar un poquito por ese servicio cultural. El Estado también debe apoyar en lo que pueda.