"Tengo la vida organizada, trabajo de día y estudio de noche", dice el pequeño de Tegucigalpa.
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"Aquí, cada día que pasa, es un día más con vida", explica.
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A sus amigos les gustaría tener el trabajo de Roberto para poder apoyar a sus familias. No tener trabajo, dicen, es tener menos comida y más tiempo libre, factores que los convierten en presa fácil de las pandillas que mandan en Tegucigalpa.
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Según la Organización Internacional del Trabajo, 144 millones de niños entre los 5 y 15 años trabajan en todo el mundo, la mayoría en el campo.
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En Honduras se estima que trabajan casi medio millón de menores. Es un 15% de la infancia, según cifras del Instituto Nacional de Estadística.
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"Puede prohibirse el trabajo infantil, pero si no se atiende a la familias, no se le deja otra opción al niño que trabajar", dice Héctor Espinal, portavoz de Unicef en Honduras.
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Roberto lija carritos, sin máscara ni protección para las partículas de polvo y pintura que saltan de la madera.
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"Hay demasiados niños para poco trabajo", dice su amigo y compañero de partidos de fútbol, Marvin Silva, de 14 años, que se dedica a vender tamales que hace su madre a las puertas de la escuela pública más grande de la ciudad. "Yo trabaj
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"Pobres o ricos, hondureños o estadounidenses, la vida tiene sus etapas, y la infancia no es el momento del trabajo", dijo el entrenador del equipo donde juega Roberto, Luis Pérez Roberto.
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Aunque la escuela pública es gratuita, los niños tienen que comprar sus materiales de estudios, pagarse la comida y el transporte hasta la escuela.
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Para muchas familias, un día en la escuela es un día menos de salario, un plato de comida que no llega a la mesa.
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Roberto Castellanos, de 12 años, es uno de los 144 millones de menores en el mundo que labora. No hacerlo, dice, lo hace presa fácil de pandillas en Honduras.