Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
El séptimo día de la Novena de Aguinaldos, que se celebra el lunes 22 de diciembre de 2025, marca un momento de profunda condensación de sentido en esta tradición milenaria que antecede la Navidad. Al llegar a este día, la espera ya no es poca; la figura del Salvador está próxima, y el corazón de las familias católicas se afina en una disposición a la contemplación y la gratitud. Tradicionalmente se recuerda el viaje de María y José hacia Belén para empadronarse, un acto que evidencia humildad y obediencia.
(Síganos en Google Discover y conéctese con las noticias más importantes de Colombia y el mundo)
A través de esta escena, se entrelaza la obediencia del Niño Jesús, que aún en el vientre de su madre, se somete voluntariamente a una autoridad extranjera. Esa suma de humildad y entrega anuncia con fuerza el valor espiritual del mensaje: Dios se hace pequeño para reconciliar al mundo consigo mismo, y la Sagrada Familia se convierte en modelo de cedenicia y confianza en medio de la incertidumbre.
Benignísimo Dios de infinita caridad que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor para que hecho nombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándolos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente, amén. (Se reza tres veces Gloria al Padre).
Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo, aún no nacido, al creador del universo hecho hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño, que aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para él en esa circunstancia algo que le halagase, y quisiera apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en que venía al mundo.
El anhelo de José y la expectativa de María son cosas que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si nos es lícito emplear esta expresión, adorablemente impaciente por dar a su hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa santa humanidad, que él mismo ha formado con divino esmero.
Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.
Publicidad
¡Oh dulcísima Madre, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardéis vos para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad! Amén (se reza tres veces el Avemaría).
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén. (se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria).
Dulce Jesús mío, mi niño adorado
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven, no tardes tanto!
Publicidad
¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano,
que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos
la prudencia que hace verdaderos sabios!
Ven a nuestras almas...
¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando,
de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah, ven prontamente para rescatarnos,
y que un niño débil muestre fuerte el brazo!
Ven a nuestras almas...
Publicidad
¡Oh, raíz sagrada de Jesé que en lo alto
presentas al orbe tu fragante nardo!
Dulcísimo Niño que has sido llamado
lirio de los valles, bella flor del campo.
Ven a nuestras almas...
Publicidad
¡Llave de David que abre al desterrado
las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano,
de la cárcel triste que labró el pecado!
Ven a nuestras almas...
¡Oh, lumbre de oriente, sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas tu esplendor veamos!
Niño tan precioso, dicha del cristiano,
luzca la sonrisa de tus dulces labios.
Ven a nuestras almas...
Publicidad
¡Espejo sin mancha, santo de los santos,
sin igual imagen del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado!,
y en forma de niño, da al mísero amparo!
Ven a nuestras almas...
Publicidad
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro,
de Israel anhelo Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado,
ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
Ven a nuestras almas...
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto
bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado!
¡Luce, hermosa estrella!, ¡brota, flor del campo!
Ven a nuestras almas...
Publicidad
¡Ven, que ya María previene sus brazos,
do su niño vean, en tiempo cercanos!
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
Ven a nuestras almas...
Publicidad
¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
consuelo del triste, luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!
Ven a nuestras almas...
¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases, te dice mi llanto!
Ven a nuestras almas...
Publicidad
¡Ven Salvador nuestro por quien suspiramos
Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!
Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable margarita del santísimo sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado".
Llenos de confianza en vos, ¡oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que, en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
Publicidad
Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos.
ÁNGELA URREA PARRA
NOTICIAS CARACOL