Miles de escoceses rindieron este domingo en silencio un último homenaje a Isabel II al paso del féretro que transporta a la difunta por la campiña escocesa que tanto amaba en un viaje de seis horas.
El ataúd de la monarca más longeva del Reino Unido abandonó primero la sala de baile de su querido Castillo de Balmoral, donde falleció el jueves 8 de septiembre a los 96 años, portado por seis guardas hasta el carro fúnebre.
El cortejo de siete coches salió de las puertas de la residencia de verano poco después de las cuatro de la madrugada (hora colombiana) pasando junto a la masa de flores depositadas allí desde que se anunciara la muerte de la reina, tras 70 años y 7 meses en el trono.
Lo que comenzó con unos pocos apesadumbrados vecinos que acudieron a presentar sus respectos a Balmoral en las primeras horas tras su fallecimiento, se convirtió en una multitud durante el fin de semana.
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"Es la única reina que conoceré toda mi vida", explica Nia-Gray-Wannel, una científica residente en la vecina localidad de Ballater.
"No es necesariamente nuestra reina, pero es como la reina de todos, en todo el mundo", asegura Marina Hermant, una turista francesa que se enteró de la noticia de la muerte de Isabel II en la isla de Skye, en la costa occidental de Escocia, y cambió sus planes.
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A las puertas de Balmoral, cientos de ramos con rosas, lirios, cardos escoceses y girasoles, entre otras variedades, se intercalaron con tarjetas y regalos. "Gracias por ser tú", rezaba un mensaje depositado en el oloroso y colorido mar de flores.
En otra tarjeta, con un poema del poeta nacional de Escocia, Robert Burns, se podía leer: "Mi corazón está en las tierras altas".
Cerca de la valla de hierro estaba sentado un oso Paddington de peluche, personaje muy querido de los libros infantiles británicos que compartió una taza de té con la reina como parte de las celebraciones televisadas por su Jubileo de Platino en junio.
"Una sensación de solemnidad"
Con un silencio sepulcral, los habitantes de Ballater, algunos con trajes tradicionales escoceses, fueron los primeros en contemplar el cortejo fúnebre, haciendo realidad la noticia que muchos británicos esperaban no ver nunca.
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Algunos arrojaron flores ante el coche fúnebre negro que transportaba el féretro, cubierto con el estandarte real de Escocia y una corona de brezo blanco, dalias y arvejillas, mientras recorría un soleado y verde campo escocés.
En Banchory, los habitantes rompieron el silencio con unos aplausos. En otros puntos, filas de tractores o de jinetes a caballo le rendían homenaje.
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En el Palacio de Holyroodhouse de Edimburgo, la residencia oficial de los reyes en Escocia, un número creciente de personas se congregó en la calle para contemplar el paso de la comitiva.
Muchos se aferraron a las barreras para guardar celosamente su lugar. El vuelo de los helicópteros o el sonido de los caballos de la Policía montada silenciaban por momentos la algarabía de los transeúntes.
"Es la historia, la historia que se escribe", aseguró Stuart Mckay, un exsoldado de la caballería real de 66 años. "La hemos visto tantas veces. Éramos unos privilegiados, no teníamos que hacer cola", recordó el hombre vestido con un 'kilt', para quien es su "deber" decirle adiós.
Un grupo de ucranianos que huyó de la guerra también desciende la calle para depositar flores y "agradecer profundamente al Reino Unido, a la reina y a toda su familia" su "apoyo" a Ucrania, explicó Viktoriia Sayenko, de 29 años y oriunda de Jarkiv.
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El féretro reposará en la sala del trono del palacio, antes de ser trasladado el lunes en procesión a la cercana catedral de Saint Giles. El martes, partirá en avión a Londres, donde el funeral de Estado tendrá lugar el 19 de septiembre.