Tres cuartos de siglo después del ataque a Pearl Harbor, el primer ministro japonés Shinzo Abe y el presidente estadounidense Barack Obama rindieron homenaje a las víctimas de aquella ofensiva, en un acto que puso en primer plano la fuerza de la reconciliación.
Siete meses después de visitar juntos Hiroshima, ciudad mártir golpeada por el fuego nuclear, ambos dirigentes se dirigieron al memorial construido sobre los restos del acorazado USS Arizona, destruido por la aviación nipona el 7 de diciembre de 1941.
Allí depositaron ofrendas florales delante del muro donde están inscriptos los nombres de los 1.177 estadounidenses muertos en ese buque.
Gestado durante meses en el más alto secreto, el ataque relámpago a Pearl Harbor duró apenas dos horas, provocó más de 2.400 muertos y precipitó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
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"El mensaje que quiero enviar al mundo, aquí, en Pearl Harbor, junto al presidente Barack Obama, es el del poder de la reconciliación", declaró Abe en un discurso cargado de emoción.
"Como naciones y pueblos, no podemos elegir la historia que heredamos pero podemos elegir las lecciones que sacamos", dijo por su lado Obama, quien subrayó que la alianza entre Tokio y Washington nunca fue tan fuerte.
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Es la primera vez que un primer ministro japonés visita el memorial del USS Arizona, construido a principios de 1960.
Antes de Abe, tres jefes de gobierno de Japón visitaron Pearl Harbor en los años 50, incluido su abuelo Nobusuke Kishi, pero ninguno participó en una ceremonia de homenaje a las víctimas.
Saludando la memoria de "todos los valientes hombres y mujeres que perdieron la vida en una guerra que comenzó en este mismo lugar", Abe no presentó sus disculpas, pero dio sus "sinceras condolencias" y exhortó a "nunca repetir los horrores de la guerra".
Ataque a Pearl Harbor
El ataque, minuciosamente preparado por el general Isoroku Yamamoto, se produjo el 7 de diciembre de 1941 al alba y fue una sorpresa total.
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Los estadounidenses no habían visto acercarse a los siete portaaviones japoneses que se detuvieron a unos 400 km de la isla hawaiana de Oahu.
Al amanecer, 400 aviones despegaron en dos oleadas sucesivas destruyendo 21 buques de guerra estadounidenses, entre ellos ocho acorazados, y 328 aviones de combate.
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El acorazado "USS Oklahoma", alcanzado por varios torpedos mientras estaba atracado en el puerto, volcó aprisionando a cientos de marinos entre sus entrañas.
Tras dos horas de bombardeos, una humareda espesa sucedió al ruido ensordecedor de los ataques invadiendo toda la base naval, que se encontraba en estado de shock.
Al día siguiente del ataque, el Congreso estadounidense declaró oficialmente la guerra a Japón y, tres días más tarde, Alemania declaró la guerra a Estados Unidos. Un conflicto se abrió en dos frentes para Washington.
Afiches, insignias y canciones con la inscripción "Recuerden Pearl Harbor" se convirtieron enseguida en el grito de adhesión y de movilización en el país.
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Tres cuartos de siglo más tarde, Shinzo Abe espera que aquella frase "que se empleó para alimentar la aversión contra Japón" pueda convertirse, gracias a la imagen de esta visita, en el símbolo del "poder de la reconciliación".
"Poniendo toda la atención posible, y con el canto de la brisa y el rugido de las olas como telón de fondo, puedo casi discernir las voces de esos marinos", declaró Abe.
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"Voces de conversaciones animadas, alegres, de un domingo a la mañana. Voces de jóvenes soldados que evocan sus sueños. Voces que llaman a los seres queridos en sus últimos minutos de vida. Voces que rezan por el bienestar de hijos aún no nacidos".