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Durante casi un año, cada vez que Max Hall. un joven de 14 años, decía que le dolía la cabeza, la respuesta de los médicos siempre era ibuprofeno para aguantar la jornada escolar y para poder dormir. Nadie imaginó que detrás de esos dolores persistentes se escondía un tumor cerebral incurable.
Max tenía 14 años cuando la verdad salió a la luz, no en una consulta médica, sino tras desplomarse en el suelo de su casa en medio de una convulsión. “Se siente como la peor pesadilla y solo quieres despertar, pero no lo haces. Lo estás viviendo”, recuerda su padre, Stephen Hall, de 47 años, desde Corby, en Northamptonshire, en diálogo con The Sun.
Los dolores de cabeza de Max no fueron esporádicos ni leves. Durante un año entero fueron tan intensos que, en varias ocasiones, tuvo que abandonar las clases y acudir a la enfermería de su colegio para tomar analgésicos. En enero de 2025, Max visitó a su médico de cabecera y, meses después, en abril, fue remitido al Hospital General de Kettering.
Según relata su familia, le dijeron que sufría las llamadas “migrañas adolescentes”, una explicación que, lejos de alarmar, tranquilizó. Le recomendaban ibuprofeno y seguir con la rutina, pero no le hicieron exámenes que descartaran algo más grave.
“Me parece asombroso que alguien se haya estado quejando de dolores de cabeza durante casi un año y que no le hayan ofrecido una exploración solo para descartar el peor escenario posible, que es el que tiene”, afirma Stephen. “Estoy convencido de que si lo hubieran escaneado, habría habido algo allí”.
El 27 de noviembre de 2025, la vida de la familia Hall se partió en dos. Max sufrió una convulsión en su casa y fue trasladado de urgencia en ambulancia al hospital. Durante el trayecto, el adolescente tuvo otro episodio convulsivo y necesitó soporte vital. Más tarde fue ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Centro Médico Queen’s de Nottingham.
En un primer momento, los médicos sospecharon una infección viral. Sin embargo, dos días después, el 29 de noviembre, las tomografías computarizadas y las resonancias magnéticas revelaron la verdadera causa: un gran tumor cerebral que, por su localización, no podía ser operado.
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“El neurólogo nos dijo que era un tumor grande y que parecía que llevaba allí mucho tiempo”, cuenta Stephen. Lo más difícil para ellos fue conocer que la enfermedad no era reciente, sino que llevaba meses creciendo en silencio mientras Max seguía tomando ibuprofeno.
Aunque el adolescente sigue siendo el mismo, el tumor ya está afectando funciones clave. Está ubicado en la zona del cerebro responsable de la comunicación, el habla y la memoria. “Hemos notado que su memoria a corto plazo está empeorando. Ahora está sintiendo náuseas constantemente, está muy cansado y ha empezado a arrastrar las palabras. Sigue siendo Max, pero es un poco más lento. Es desgarrador, porque normalmente es muy agudo”.
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A la espera de los resultados de la biopsia que determinarán el tipo exacto de cáncer, la familia intenta aferrarse a la fortaleza emocional del adolescente. “A pesar de todo, sigue siendo positivo y valiente”, dice su padre.
Ante la falta de opciones dentro del sistema público de salud británico, la familia Hall ha iniciado una campaña en GoFundMe para recaudar fondos que les permitan acceder a una terapia inmunológica contra el cáncer en Alemania, un tratamiento que no está cubierto por el NHS.
“Él ama a todos y todos lo aman. Incluso en el hospital, todas las enfermeras lo adoraban”, cuenta Stephen. La urgencia es clara: “Solo queremos que el tratamiento se acelere. Esto podría ser lo mejor que pueda pasar por un tiempo”.
Desde el Grupo de Hospitales Universitarios de Northamptonshire, el director médico Hemant Nemade aseguró que el caso está siendo investigado. “Nuestros pensamientos están con Max y su familia en este momento inimaginablemente difícil. Estamos investigando las circunstancias de su atención con nosotros para establecer qué sucedió y poder aprender de esto”, declaró.
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Mientras tanto, Max y su familia enfrentan un futuro incierto, marcado por la rabia de lo que no se hizo a tiempo y la esperanza de que, al contar su historia, otros dolores de cabeza no vuelvan a ser tratados como algo “normal” cuando, en realidad, podrían estar gritando una alerta mucho más grave.
*Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Noticias Caracol.