Soy griego y este lunes desperté en un país que celebraba la obtención del título de Miss Universo, después de casi 57 años de sequía. Mi mente, sin embargo, estaba en Atenas.
Un gobierno de izquierda lograba de manera inédita hacerse al poder y, de paso, enviarle un mensaje contundente a la Unión Europea y a las medidas adoptadas con el pueblo heleno.
Con apenas 40 años de edad y empuñando la bandera de la ‘Esperanza’, como lo hiciera Barack Obama en los Estados Unidos, Alexis Tsipras acaba de irrumpir en la escena política de Europa con su victoria en las elecciones legislativas celebradas el domingo en Grecia.
Nací en 1988. Califico a mi generación de prodigiosa y afortunada por vivir grandes momentos: la selección griega de fútbol ganó la Eurocopa 2004; en ese mismo verano, los Juegos Olímpicos regresaron a mi país y nuestro seleccionado de baloncesto logró jugar la final del MundoBasket.
Triunfamos en el festival musical Eurovision y, para cerrar, Grecia volvió al Mundial de Fútbol y no precisamente para ser eliminada en primera ronda.
Hay que decirlo, no todo ha sido color rosa. Una crisis económica como jamás se había visto en la era moderna golpeó el bolsillo y el alma de los griegos.
El 65% de los ciudadanos entre los 18 y los 35 años no tenía trabajo en 2013.
Sin oportunidades, sin fe y sin siquiera un gobierno independiente, los jóvenes nos hartamos de la tradición socialista y de derecha, emigramos del país y desde la distancia anhelamos un cambio. Y llegó este domingo, 25 de enero.
Jamás, en la historia de la democracia griega, un partido de izquierda había logrado la mayoría en el Parlamento.
La coalición de izquierda radical Syriza alcanzó el 36,34% frente el 27,81% obtenido por el ahora exgobierno de derecha.
Alexis Tsipras es hoy sinónimo de juventud y esperanza de cambio. Hacer de Grecia un país más independiente pareciera estar más cerca que nunca.
Europa salvó en su momento a Grecia, cuando nuestros gobernantes dejaron los cajeros en ceros por cuenta de la corrupción y el bienestar social llevado al extremo.
Fueron ellos quienes decidieron ‘ayudar’ a cambio de que la Troika y los ejecutivos alemanes tomaran decisiones sobre políticas internas, con fuertes medidas de austeridad sobre un país e impuestos que arrodillaron al 70% de la población.
En la actualidad, la deuda pública de Grecia representa el 176% del Producto Interno Bruto (PIB), un poco más de 315.500 millones de euros. Una realidad aplastante, sí; pero debo decir que estamos cansados de que ‘nos metan la mano’ y decidan por nosotros.
Llega Tsipras y, aunque en las campañas se habló sobre un cambio radical con los europeos, yo confío en que se dará una batalla más fuerte. Hay que comunicar el sinsabor de la población e intentar la flexibilización de las medidas en busca de un mejor futuro.
Los ejemplos de izquierda en el mundo no son precisamente alentadores. Vemos a una Venezuela al borde del colapso social, económico y político. Para no ir más lejos, Bogotá ha tenido tres gobiernos de izquierda y es más problemática que próspera como capital de un país.
Falta ver si la izquierda logrará el cambio y los emigrantes retornaremos a casa. O, si en definitiva, la inmigración se seguirá creciendo.
Así como en 1821 todos los griegos unidos se rebelaron contra el Imperio Otomano y en 1940 sacamos del país a los italianos de Benito Mussolini, esta generación busca con argumentos independizar a Grecia de los europeos y conseguir la libertad política ausente desde hace años.
--Columna de opinión--
Updated: enero 27, 2015 12:06 p. m.