Las historias de Darío Alfaro y Leonor Trujillo coinciden por un suceso doloroso que, según sus testimonios, les marcó la vida para siempre: la masacre de Gutiérrez, cometida por las extintas FARC.Darío es uno de los soldados que logró sobrevivir a la masacre de Gutiérrez, Cundinamarca, ocurrida en 1999 y en la que fueron asesinados 38 de sus compañeros por el frente 53 de las extintas FARC, entre ellos Jorge Enrique Trujillo, el hijo de Leonor.“Me veo al espejo y veo que perdí la inocencia, perdí la tranquilidad y se pierde esa felicidad interior que uno lleva”, dice Darío.“Duré seis meses perdida de mi cabeza, con la ropa de mi hijo buscándolo”, recuerda Leonor.Darío recuerda que solo llevaba ocho meses en las filas del Ejército cuando vio de frente la muerte.“Tras que no teníamos la experiencia y más o menos que eran como 500 (guerrilleros), éramos cinco (militares) y mi sargento seis, y nos dijo que no nos dejáramos coger vivos porque nos iban a torturar”, afirma Darío, quien tenía 18 años, al igual que Jorge Enrique, el único hijo que tuvo Leonor.Hay heridas cargadas de un dolor que están por encima del tiempo y aunque hayan pasado 21 años, siguen ahí.“El tiempo para mí no ha pasado, la toma de Gutiérrez fue ayer, antier, la muerte de mi hijo está aquí”, asevera Leonor, señalando su cabeza.Aunque a veces pasen desapercibidas, las consecuencias del conflicto en la salud mental de las víctimas, según los expertos, hacen parte de un trabajo que debe ser constante, para encontrar una verdadera reparación.“Se disminuye la creencia en la dignidad y se pierde la confianza, hay malestar generalizado, hay una confusión y una culpabilidad por lo que sucedió; puede existir pérdida de apetito, insomnio, una rabia, dolor, pérdida del autoestima”, manifiesta Aída Solano, psicóloga de la Unidad de Víctimas.En un informe que fue presentado a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la organización Mil víctimas realizó 23 pruebas psicométricas a las víctimas de la masacre de Gutiérrez, donde se evidencio que el 79 por ciento de los encuestados tiene algún tipo de afectación en tres o más áreas de su vida, después de este suceso traumático.“Las víctimas no solo se remuneran de manera económica, sino que lo que se necesita es que todo los estamentos del estado colombiano, como la Unidad de Víctimas, la JEP, instituciones de orden castrense, estén articuladas y sean conscientes de que las víctimas necesitan un programa de reparación especial”, indica Sebastián Moreno, abogado de Mil víctimas.De acuerdo con la Unidad de Víctimas, a 2019, 30.453 víctimas habían recibido atención psicosocial, pero aún hay mujeres como Leonor, que no han sido escuchadas por las instituciones y como ella, las madres de los soldados de Gutiérrez también esperan que la JEP las atienda y una deuda de 21 años pueda ser saldada.