De 1.400 personas que salieron de la zona y entraron a rehabilitación, 400 permanecen aún con el Idipron. Así piensan ahora.
Son jóvenes que, sin reparos, revelan las tácticas con las que muchas veces robaron. Detrás de sus historias de crimen hay familias disfuncionales, extrema pobreza, malas compañías y uso de drogas.
Ellos ahora quieren reformarse y solo esperan que el Estado les dé alternativas para no seguir en las calles.