Una pequeña Colombia se esconde en la comuna 4 del municipio de Soacha . Allí las carreteras parecen un privilegio y los servicios públicos están lejos de ser un derecho, más bien parecen ser un lujo. Entre colinas empinadas, casas de ladrillos construidas sobre laderas con latas como techo para protegerse de las inclemencias del calor y el frío, viven cerca de 69.350 colombianos.
Las calles de Cazucá son la oficina de José Miguel. Su escritorio es la canasta que cuelga en sus hombros donde carga 6 racimos de banano para llevar el sustento a su casa.
José Miguel Viscaíno es desplazado por la violencia, nació y vivió en la Guajira, tierra que abandonó hace más de 25 años para llegar a Soacha en busca de un mejor futuro. Debería estar pensionado, pero siempre trabajó del rebusque y la informalidad, por eso anhela un mejor futuro para sus hijos y sus nietos.
Por otra parte, Jorge Páez lleva 30 años trabajando como constructor, ejercicio que aprendió a hacer tras huir de la violencia en su pueblo natal: Granada, Meta.
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Después de trabajar por décadas dice que la casa que construye es su pensión.
Son muchas las necesidades, cada año llegan nuevas familias a esta comuna, pero no hay ayudas para tantas personas.
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"Mi casa es casa de beneficencia pública, porque por mi forma de ser y actuar ha permitido que mucha gente que necesita algo viene a mi casa y siempre recibe una ayuda (…) Siempre he tenido un corazón para ayudar a la gente", expresó Patricia Rodríguez, líder comunal en Soacha.
En Soacha hay registradas 5.606 víctimas del conflicto. El 86% de los desplazados en el municipio son víctimas de desplazamiento forzado, el 5% por amenaza, el 3% por homicidio y el 6% por otro tipo de atentados contra la integridad.