Antes de entrar a territorio colombiano, los ocupantes de la aeronave se mostraban optimistas y contentos. Luego todo fue incertidumbre.
Ese lunes 28 de noviembre de 2016 todo era expectativa en el Chapecoense, que esperaba en el aeropuerto de Guarulhos de Sao Pablo, el momento para volar hacia Santa Cruz de la Sierra en Bolivia y de allí a Medellín para jugar la final de la Copa Sudamericana contra Atlético Nacional.
Alan Ruschel, quien sobrevivió a la tragedia, quería grabarlo todo en su celular.
“Queremos hacer historia en el club. Es una final inédita Sudamericana y va a ser un partido muy bonito”, dijo Eduardo Luiz Preuss, ‘Cadu’, miembro del club.
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Otro que grabó para las redes sociales fue Filipe José Machado. Como si fuera un chiquillo, quería que todos quedaran en la toma.
A las 4:30 de la tarde, el Chapecó ya estaba en Santa Cruz. Para los bolivianos fue un acontecimiento porque la empresa LaMía, que había transportado a la Selección Argentina, ahora llevaría al Chapecó a una final.
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Mario Rocabado, del canal Gigavision, grabó sin saberlo que este sería el vuelo fatal.
De la tripulación hacían parte la modelo y piloto Sissy Arias, Fernando Goytia y el controvertido piloto Miguel Quiroga, quien además era accionista de la aerolínea.
La ansiedad se respiraba a flor de piel, como si contaran los minutos para llegar a Medellín.
A las 5:30 p.m. el avión RJ-85 de fabricación británica con la matrícula 2933 de LaMia buscó la pista Charli y comenzó para muchos su viaje a la eternidad.
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En el vuelo iban 22 jugadores, nueve tripulantes y 46 pasajeros entre directivos y periodistas.
Según las investigaciones, el plan de vuelo presentado por el capitán Quiroga evidenció graves errores.
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Los graves errores del plan de vuelo
El primero: que el total de combustible cargado en el avión alcanzaría para cuatro horas y 22 minutos vuelo, pero curiosamente este mismo tiempo, cuatro horas y 22 minutos fue consignado en la casilla de autonomía de vuelo. Allí debían figurar como mínimo cinco horas y 15 minutos.
Para llegar a Medellín con esos 45 minutos de combustible extra, Quiroga debió hacer una escala en Cobija, Bolivia, o en Bogotá para reabastecer, pero nunca paró.
Las comunicaciones de los últimos 15 minutos de vuelo catapultan los errores. El capitán Quiroga reveló sin sobresaltos un problema que contestó de inmediato la controladora de vuelo Yaneth Molina.
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El capitán Quiroga nunca se declaró en emergencia, al parecer, por temor a una sanción por la negligencia en el tema del combustible. Todo se complicó.
Para ese momento el avión debía ir, como mínimo, a 10.000 pies de altura, pero su reporte de altitud presagiaba lo peor.
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Los vectores es una señal que le permite al avión entrar directo a la pista. Allí ya volaba 304 metros por debajo del mínimo y la colisión era inminente.
Segundos después solo se oyó una palabra del piloto: “Jesús”.
El avión se estrelló contra Cerro Gordo. La cola quedó en la parte alta y el resto del fuselaje rodó por la falda dejando un camino de muerte y destrucción. La Policía atendió el siniestro, llovía sin compasión.
Así fue el rescate de los sobrevivientes del Chapecó
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En medio de las retorcidas latas ubicaron los primeros sobrevivientes.
El rescate del técnico de vuelo Erwin Tumirí, encontrado por el intendente Willinton Rodríguez, fue conmovedor. En medio del shock Edwin llamaba a sus amigos.
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También fueron rescatados con vida la auxiliar Ximena Suárez, el arquero Jackson Follmann, quien perdió su pierna derecha, el defensor Alan Ruschel y el periodista Rafael Henzel.
Con las primeras horas del día siguiente al accidente, la tragedia quedó en evidencia: 71 personas murieron en esa noche fatal para la historia del fútbol, la aviación y una pasión llamada Chapecoense.