En compañía de otra agente, permeó en Cúcuta las entrañas de una organización de microtráfico que usaba niños y hasta mujeres embarazadas.
La agente vivió como habitante de la calle por un año, lo que le permitió descubrir cómo un niño de 13 años era utilizado por la banda para regalar pequeñas dosis de drogas a otros menores y así volverlos adictos y compradores.
La cuidadosa investigación también dejó en evidencia la manera en que reclutaban a mujer venezolanas embarazadas. Ellas, que aprovechaban su condición para no levantar sospechas, se convertían en expendedoras.
Con las pruebas, la Policía realizó una impresionante redada que terminó con la captura de los diez integrantes de la organización criminal. Cinco niños fueron enviados a un centro transitorio para iniciar un proceso de restitución de derechos.
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