Un estudio de Coviandes dice que son once los sitios donde la situación es grave. Culpan a la deforestación, el mal uso del suelo y la geología del terreno.
Para los ingenieros de la veeduría, entidad que recibió la investigación, el mayor impacto lo genera la construcción de las dobles calzadas. “La aplicación de unos sistemas de detonación controlada que ellos han llevado a cabo en la construcción de los túneles, han generado también aportes para que este tipo de montañas presenten mayor inestabilidad y, por ende los deslizamientos, y derrumbes que se presentan a lo largo de la vía”.
Esta tesis concuerda con la del ingeniero geólogo de Unimeta Henry Ardila, que asegura que la cordillera oriental está compuesta en su mayoría por rocas metamórficas y sedimentarias muy frágiles. “Cualquier actividad que genere el hombre, independientemente de cuál sea la actividad, insignificante o compleja, genera un factor de inestabilidad”, señala.
Coviandes y el viceministro de infraestructura señalan que posiblemente el mal manejo de aguas de una granja de pollos sería la causa de los derrumbes en el kilómetro 58. Sin embargo, la gerencia insiste en que tiene estudios que demuestran que no tienen vertimientos y además de eso no generan impacto ambiental sobre la meseta.
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El estudio de la Unidad de Gestión del Riesgo de Cundinamarca revela sobre el terreno: “que no se trata de un fenómeno de inestabilidad por invierno o por manejo de aguas desde la avícola en la parte alta, sino de un fenómeno naciente, probablemente, en las vibraciones producidas por las explosiones al interior de la montaña durante la excavación del túnel".
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