Un histórico acuerdo mundial contra el cambio climático, que unió por primera vez en esa lucha a países ricos y en desarrollo, fue aprobado el 12 de diciembre por 195 países en una conferencia cargada de emoción en París.
Seis años después de la fallida conferencia del clima de Copenhague, la comunidad internacional demostró que tomó conciencia de un problema que amenaza la vida en el planeta.
"Miro a la sala", dijo rápidamente el canciller francés Laurent Fabius. "No oigo objeciones: el Acuerdo de París sobre el clima queda aprobado", añadió con nerviosismo, antes de pegar un martillazo, como manda la tradición.
Los asistentes rompieron en vítores y aplausos, y muchos rostros reflejaron los años de esfuerzo diplomático.
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El Acuerdo de París reemplazará a partir de 2020 al actual Protocolo de Kioto y sienta las bases para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, más importante aún, para empezar a soñar con un mundo sin combustibles fósiles.
"El acuerdo en París no resuelve el problema, pero establece el marco sostenible que el mundo necesita para resolver la crisis climática", subrayó en Washington el presidente estadounidense, Barack Obama.
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Dos semanas de negociaciones, conducidas con maestría por la diplomacia francesa, llevaron a un resultado que plantea enormes retos para el sector energético, pero al mismo tiempo grandes oportunidades para los que apuesten por las energías limpias.
El texto, de 31 páginas en inglés (40 en castellano), vincula la suerte de las grandes potencias emisoras de gases de efecto invernadero, como Estados Unidos y China, a la de las pequeñas islas del Pacífico amenazadas por la subida del nivel de los océanos.
Los países industrializados, responsables históricos del problema, deberán ayudar financieramente a los países en desarrollo.
Las potencias emergentes que lo deseen podrán añadirse también, pero de forma voluntaria, como de hecho ya ha empezado a hacerlo China.
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Todos los países se comprometen a controlar mutuamente sus planes de reducción de emisiones (INDC), con revisiones quinquenales a partir de 2023.
El objetivo es que esas emisiones, principales responsables del calentamiento del planeta hasta niveles récord, dejen de aumentar "lo antes posible" y luego se reduzcan "rápidamente", aunque sin fijar porcentajes ni plazos, como querían los países más resueltos.
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El acuerdo "es una victoria tremenda" dijo el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, mientras que la negociadora brasileña, Izabella Teixeira, destacó "el acuerdo balanceado, ambicioso y duradero, que el mundo esperaba".
"Hoy la raza humana se ha unido en una causa común, pero lo que suceda tras esta conferencia es lo que importa realmente", advirtió sin embargo, la organización ecologista Greenpeace.
En las calles de París, miles de ecologistas desfilaron para demostrar que no bajarán la guardia.