La Arquidiócesis realizó una jornada para concientizar de que no se debe dar lo que sobre, sino compartir con estas personas que necesitan la ayuda de los colombianos.
Érika Ayala es licenciada en educación preescolar, trabajó 13 años como docente pública. Es madre cabeza de hogar, pero tuvo que salir hace un mes hacia Colombia, según ella, huyendo de la grave situación social que se vive en Venezuela.
“Me vine porque sencillamente la situación desbordó mi casa, no podía subsistir, ni siquiera pagar los servicios”, afirmó la ciudadana venezolana.
Al igual que Érika, hay cerca de 7.000 venezolanos en Cali con quienes la Arquidiócesis de la ciudad realizó la Jornada Mundial del Pobre.
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“Es escucharlos, es comer con ellos, es estar con ellos, escucharles las quejas y los dolores, es poder mirarlos a los ojos y, sobre todo, en el pobre, tocar la carne de Cristo”, afirmó el presbítero José González, vicario de reconciliación de la Arquidiócesis de Cali.
A través de la oficina de atención al migrante de la Gobernación del Valle del Cauca, se han registrado 1.300 venezolanos en lo corrido del año.
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“Inmediatamente se les ayuda y se les orienta para evitar que sean víctimas de trata de personas o explotación sexual”, dijo Noralba García, secretaria de Gobierno del Valle del Cauca.
Tras el registro de los ciudadanos venezolanos, se busca incluirlos en los censos para que tengan atención en salud y educación, mientras normalizan su situación.