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Una nueva vida se abrió paso recientemente en el Parque Jaime Duque, en Cundinamarca: la de Ámbar, la tercera cría del cóndor andino que llega al mundo bajo un estricto programa de conservación. El nacimiento de esta pequeña ave, que ocurrió el 31 de octubre de forma asistida, representa un hito no solo para el equipo de especialistas que dedicó meses de trabajo, sino también para el futuro de la especie en Colombia, que enfrenta serias amenazas en su entorno natural.
Ámbar es pequeña, frágil pero llena de fuerza. Su llegada al mundo fue el resultado de un proceso de incubación cuidadosamente controlado y asistido por un equipo de conservación. Este esfuerzo médico y zootécnico garantiza que cada paso, desde la gestación hasta las primeras horas de vida, cumpla con parámetros científicos necesarios para la supervivencia de una especie tan vulnerable.
El cóndor de los Andes, considerado el ave insignia de Colombia, necesita de este tipo de programas para asegurar su continuidad genética y poblacional. Cada nacimiento, ya sea natural o asistido, es catalogado como una victoria crucial en la batalla por su supervivencia.
El proceso que condujo al nacimiento de Ámbar fue largo y exigente, requirió la dedicación de veterinarios, zootecnistas y cuidadores. La incubación del huevo duró 62 días, un periodo durante el cual el equipo supervisó rigurosamente la viabilidad del embrión. La fase final fue la más crítica, pues requirió ayudar a la cría a salir del cascarón.
Fernando Castro, director de biodiversidad del Parque Jaime Duque contó en Noticias Caracol el trabajo requerido para esta exitosa eclosión: "nace Ámbar afortunadamente luego de 62 días de incubación, un trabajo bastante fuerte sobre todo esta semana ya que requiere de 66 horas de estímulos continuos", dijo.
Estas 66 horas ininterrumpidas de estímulos son fundamentales para garantizar que el polluelo tenga la fuerza y las condiciones adecuadas y así dar sus primeros pasos de vida fuera del cascarón con la menor dificultad posible.
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Una vez nacida, Ámbar pasó inmediatamente a un ambiente de máxima bioseguridad, donde cada parámetro ambiental es monitoreado y ajustado constantemente para replicar, de la mejor manera posible, las condiciones óptimas de crecimiento.
Actualmente, a pocos días de su nacimiento, la cría se mantiene a una temperatura controlada de 36ºC y una humedad del 50%. “Estos parámetros son importantes porque es lo que ayuda a darle ese soporte de vida", añadió el especialista. Con el paso de los días, la temperatura ambiental se irá reduciendo paulatinamente conforme Ámbar gane fuerza y termorregulación propia, con la expectativa de que en unos 15 días o 20 días llegue al kilo de peso.
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El cuidado alimenticio inicial es igualmente delicado. Los especialistas le suministran alimento producido dentro del parque, pero la introducción de carne es un proceso que debe ser extremadamente gradual.
El nacimiento de Ámbar confirma que los esfuerzos de reproducción y conservación implementados durante años en el Parque Jaime Duque están rindiendo frutos sólidos. Sus padres, Sue (el macho) y Chie (la hembra), son la pareja de cóndores que ha crecido bajo este programa. El equipo de conservación ve en este tercer nacimiento la validación de su esfuerzo a largo plazo.
Rafael Torres, gerente de la Fundación Parque Jaime Duque expresó la satisfacción de ver el proyecto consolidarse: "eso quiere decir que finalmente después de tantos años el programa de cría ya está funcionando, ha sido un trabajo arduo de mucho tiempo de mucha paciencia, pero pues el nacimiento de estos animalitos es una bendición y es una esperanza importante para la conservación del cóndor en Colombia", dijo.
Ámbar se une a una pequeña familia de cóndores nacidos en el mismo parque. Sus hermanos mayores, Rafiki, de un año y medio, y Guaira, de 43 días, también son producto de estos programas y crecen fuertes y saludables. Rafiki ya ha superado los 12 kilogramos de peso, una cifra considerablemente cercana al peso adulto aún presenta el plumaje café, coloración normal en los jóvenes, que es el que se mantiene hasta el octavo año de vida. Después de ese periodo, se desarrollará el color negro característico de los cóndores adultos, como el que se observa en sus padres.
La existencia de Guaira, Rafiki y ahora Ámbar, sirve de ejemplo de cómo los programas de conservación pueden asegurar el futuro de una especie emblemática.
Los especialistas insisten en que la conservación va más allá de la emoción que genera esta pequeña vida. El cóndor andino sigue enfrentando amenazas serias que ponen en peligro su existencia en estado silvestre.
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Si bien Ámbar da esperanza, esta llegada no debe confundirse con una solución definitiva al problema de la supervivencia de la especie.