Son más de 70 menores de edad y cerca de 200 adultos que pasan las noches a la intemperie.
Desde hace 3 meses varias familias tomaron como dormitorio el parqueadero pese al ruido y el flujo de pasajeros.
Ante el exceso de migrantes, la administración decidió desalojarlos.
“Que se apiaden de nosotros que también somos seres humanos, esto no es porque queremos a nadie le gustaría vivir así”, dice Henry González.
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Entre cuatro y cinco personas comparten una vieja colchoneta y una sábana. Se alimentan de arroz preparado en una gran olla para todos.
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