Baileys perdió a su mamá cuando nació, por eso se crio con los canes de la guardería en la que ha crecido. Estos a su vez también lo ven como uno de la manada.
El mundo de Baileys no conoce de galopes, ni relinches. Su madre murió cuando lo dio a luz y este pequeño poni se vio obligado a crecer entre perros.
“La madre sufrió un accidente irreparable en uno de sus miembros, en la patica, y estaba a término, ya iba a dar a luz; entonces la decisión que se tomó fue tratar de salvar el bebé después de que se valora el paciente, nos dimos cuenta por medio de ecografía que estaba vivo”, explica Ricardo García, médico veterinario.
Duerme y vive como uno más de los perros que están en la guardería. Sus mejores amigos no son de su especie, de hecho, muchos aseguran que a Baileys sólo le falta ladrar.
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“Él los ve y les bate la cola, les mueve la cola como un perrito, cuando todos los perritos están corriendo él se les pega y también corre, se acuesta con los perros a tomar sol. Ya los perros lo ven como una familia más”, señala la veterinaria Karen Mora.
Le cuesta hacer amistad con otros caballos, por lo que su manera de sobrevivir fue construyendo este entorno.
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No lo hemos podido ingresar a la yeguada porque él no se considera un caballo, él siente que es un perro, una persona.
Según los médicos veterinarios, en dos meses aproximadamente Baileys debe ingresar a su nueva familia, los caballos.