Un contenedor arrastrado por un carro es utilizado por el padre para salir por el centro de la ciudad y brindar un mensaje de apoyo a personas en situación de calle.
La capilla rueda hasta los inquilinatos donde hay personas desplazadas, indígenas que se encuentran en la calle, zonas de prostitución y jóvenes que están en las drogas.
“Nuestro trabajo es espiritual, pues es abrazarlos, aprendernos los nombres de ellos tratarlos como seres humanos, porque acá somos hermanos y nadie es más que nadie”, manifestó Juan Felipe Escobar, sacerdote líder de la iniciativa.
A la capilla rodante llegó Leidy Alejandra Quirós, una trabajadora sexual de 20 años, dijo que busca ayuda para salir de esa vida, estudiar y convertirse en psicóloga para orientar a otras personas que han elegido un mal camino.
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“El mensaje es que cada día intenten salir de esto, de estos vicios de esta mala vida. Todas aquellas personas que han sido violadas que duermen en la calle, que necesitan de un amor de una madre de un padre que se metan a un centro de rehabilitación que ayuden”, expresó.
Todos los martes durante Navidad, el sacerdote Juan Felipe Escobar inicia su recorrido en la capilla llamada La tienda del encuentro en la que además del acompañamiento espiritual, ofrece un chocolate con pan a esta población vulnerable.
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