Una puesta en escena que va más allá de las palabras, así podría describirse el trabajo del colectivo artístico La Rueda Flotante que lleva trabajando en Medellín, Antioquia, hace más de 11 años en el sector de las artes escénicas, con una propuesta de teatro sensorial, creada especialmente para personas con discapacidad visual y/o auditiva.
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Juan Diego Zuluaga, director del colectivo, confesó que, en su búsqueda de nuevos lenguajes para poner en escena, se cansó de las palabras e incursionó en la danza y otras alternativas de expresión corporal.
Más tarde, empezó a apoyar procesos pedagógicos en la corporación de su madre, por medio de talleres artísticos dirigidos a personas con síndrome de Down y fue ahí donde nació su idea de crear otras formas de comunicar por medio del arte, apuntando a la diversidad.
En el 2012, Zuluaga fundó La Rueda Flotante con un grupo de personas sordas que empezaron a crear un lenguaje no verbal, “ya son 11 años en Medellín y en Antioquia creando procesos creativos desde la diversidad del pensamiento y la diversidad de los cuerpos”, comenta.
De esos primeros participantes, cuatro estudiaron programas profesionales en universidades, relacionados con el arte. “Este proyecto ha empoderado a líderes sordos de la ciudad para que continúen independientemente sus proyectos artísticos”, asegura el director.
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Asimismo, un grupo de personas ciegas se unió hace 7 años al colectivo, aportando desde su quehacer como músicos, fortaleciendo el proceso con sus conocimientos. Según Zuluaga, los artistas ensayan más de 8 horas diarias, “somos el único grupo de teatro que trabaja todos los días de manera profesional, que tiene un espacio físico abierto al público en Medellín y es el único en Colombia”, afirma.
Para el dramaturgo, el arte es una técnica y ha encontrado en el teatro una forma de conectar con las personas por medio de la diversidad que involucra al espectador. “Estamos encontrando una forma de hacer un teatro íntimo, un teatro particular donde le llamamos teatro sensorial participativo porque el espectador entra en un juego también y hace parte de la escena”, describe.
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Las actuaciones de La Rueda Flotante están disponibles para un aforo de máximo 15 personas, pues se busca la interacción de los espectadores como actores participativos del espectáculo que involucra los diferentes sentidos en una historia que no puede contarse de manera lineal, sino fragmentada, como si se tratara de un sueño.
“Hay escenas con luz donde hay comunicación gestual y también hay un encuentro muy bello con el lenguaje del tacto. Podemos empezar a narrar una historia a partir de los olores… Podemos quitarle los zapatos a la gente para que comience a caminar por diferentes texturas”, señala Zuluaga. De esta manera, el espectador experimenta sensaciones que lo introducen en la escena.
Dentro de sus programas de inclusión, la corporación también cuenta con cursos de la lengua nativa embera y lenguaje de señas. El colectivo está conformado por 14 personas que aportan su tiempo y recursos para que la organización pueda seguir funcionando, ya que no cuenta con apoyos gubernamentales ni patrocinadores.