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Veinte años del terremoto en Armenia: crónica del día que la tierra estremeció al Eje Cafetero

El 25 de enero de 1999, a la 1:19 p.m., se vivió una de sus peores tragedias en Colombia. Sobrevivientes recogieron sus pasos.
En las primeras imágenes no se alcanzaba a ver la magnitud de lo sucedido tras el sismo de 6,1 en la escala de Richter: 1.185 muertos, 8.000 heridos y más de 14.000 viviendas destruidas.
Y es que ni siquiera los bomberos pudieron actuar en las primeras horas porque la estación colapsó y muchos de ellos quedaron atrapados. 
José Raúl Ossa, en ese momento director científico del Hospital San Juan de Dios, no puede borrar de la memoria lo que pasó ese día.
“Estábamos almorzando en nuestras casas cuando el sismo tan tremendo, un remezón difícil de contar; fue muy dramático el momento porque mi propia casa sufrió mucho”, dice. 
Aunque su familia logro sobrevivir, su madre no corrió con la misma suerte. En medio de todo ese panorama, él tuvo que hacer su trabajo y salvar vidas.
Por el terremoto, barrios enteros desaparecieron y uno de esos fue Brasilia.
“Los materiales no eran de la mejor calidad, nosotros encontramos vigas y columnas con varillas de ¼, aparte de eso tres varillas por columna. No cumplían con las normas. Aquí se cometieron muchos errores, debido a eso fue que Brasilia Nueva aportó tanto muerto y herido al sismo de 1999”, asegura Hernán Ramírez, presidente de la Junta de Acción Comunal en ese barrio.
A su antojo se paseaba la muerte por las calles de la ciudad, pero en medio de la angustia y el caos también la vida se abría paso.
Cristian Andrés Palta nació el día en que Armenia por poco muere.
“A mí, gracias a Dios, no me pasó nada ni al bebé. Yo digo que esa es una esperanza de vida”, dice María Ludivia Grisales, mamá de Cristián.
Veinte años han pasado desde que él vino al mundo en medio de la tragedia; su vida y su crecimiento está ligado al resurgimiento de la ciudad.
“Ya Armenia es otra ciudad, superó la tragedia”, afirma ahora Cristian Andrés Palta.
Y tiene razón, tiene mejores vías e infraestructura pues en la reconstrucción se ejecutaron 1.400 obras, se levantaron nuevas urbanizaciones, el comercio creció y el sector turístico se disparó para convertirse en uno de los más importantes.
“Todo en la vida, los desastres y las vivencias personales, se suman a una frase que nos enseñaron los maestros en la Cruz Roja: desastre es sinónimo de oportunidad y, si las oportunidades se aprovechan, generan desarrollo”, sostiene el ingeniero Carlos Andrés Arias, presidente de la Cruz Roja del Quindío.
Para él, los quindianos lograron superar su propia tragedia, se levantaron de los escombros y se sobrepusieron al terremoto. Aunque todavía hay heridas abiertas, todos trabajan por sanarlas. 

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