Los gatos son animales muy ágiles y flexibles, capaces de realizar saltos y acrobacias que a veces desafían la gravedad. Una de las habilidades más sorprendentes de los felinos es su capacidad de caer siempre de pie, incluso desde grandes alturas. ¿Cómo lo hacen? ¿Qué mecanismos intervienen en este fenómeno? Le contamos.
¿Por qué los gatos caen de pie?
El primer factor que influye en la caída de los gatos es su bajo peso y su forma aerodinámica.
Estos animales tienen una relación entre superficie y masa muy favorable, lo que les permite caer más lentamente y con menos resistencia al aire que otros animales más pesados o con formas menos estilizadas.
Además, los gatos pueden modificar su postura durante la caída para aumentar o disminuir la superficie expuesta al aire, lo que les permite controlar la velocidad y la dirección de su descenso.
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El segundo factor es su extraordinario sentido del equilibrio. Los gatos tienen un órgano especializado llamado aparato vestibular, situado en el oído interno, que les permite detectar la posición y el movimiento de su cabeza con respecto al suelo.
Gracias a este órgano, estos seres de cuatro patas pueden saber en todo momento si están boca arriba o boca abajo, y cuánto les queda para llegar al suelo.
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El tercer factor es su increíble flexibilidad y coordinación muscular. Los gatos tienen una columna vertebral muy flexible, compuesta por 30 vértebras (más que los humanos, que tenemos 24), y unidos por discos intervertebrales que les permiten girar y doblar el cuerpo en múltiples direcciones.
Los gatos tienen un esqueleto muy ligero y una musculatura muy potente, los que les otorga una gran fuerza y rapidez en sus movimientos.
Estos tres factores se combinan para permitir a los gatos realizar un complejo movimiento rotacional durante la caída, que les permite orientar su cuerpo hacia el suelo y amortiguar el impacto con sus patas. El movimiento se puede dividir en cuatro fases:
- 1. El gato detecta la posición de su cabeza con respecto al suelo gracias al aparato vestibular.
- 2. Dobla el cuerpo por la mitad, formando dos ejes de rotación: uno que pasa por las patas delanteras y otro que pasa por las patas traseras.
- 3. Gira las patas delanteras hacia el suelo y las traseras hacia arriba, creando un momento angular que le permite cambiar la orientación de su cuerpo.
- 4. Extiende el cuerpo y alinea las cuatro patas con el suelo, preparándose para el aterrizaje.