Tuvo que acudir a tres sesiones para que se la sacaran. Descansó, dice, cuando por fin vio que salió la cabeza.
Una extraña sensación muy similar a tener hielo en la oreja experimentó Katie Holley. Tomó un copito y al sacarlo observó que “había dos piezas delgadas de color marrón oscuro pegadas a la punta”.
Le pidió a su esposo que examinara la situación. Cuando se acercó pudo constatar que efectivamente se trataba de una cucaracha y, lo peor, era que estaba viva.
Horrorizados, ambos subieron a un carro para ir de urgencias. La cucaracha también emprendió su camino, pero hacia la parte interna. Katie afirma que más allá de sentir dolor, la sensación en su canal auditivo era “sicológicamente tortuosa”.
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En el hospital le suministraron lidocaína para adormecer su conducto y para que el bicho muriera. Solo dos minutos transcurrieron para que el tratamiento hiciera efecto y empezó una nueva tortura: la extracción del cadáver. Al terminar le dieron de alta.
Durante las primeras 24 horas sentía un poco de molestia, pero al terminar el efecto del fármaco la pesadilla continuó: “noté un dolor residual y crujido cuando bostecé”.
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Pensó que era normal y pasaron nueve días hasta que no soportó más la situación, entonces consultó a una médico amiga de la familia. La doctora le pidió a su asistente que revisara el interior de la cavidad y constató lo que más se temía.
En dicha sesión le sacaron otras nueve partes de la cucaracha, y aún así no lograba deshacerse por completo, pues faltaba la peor parte. Tras una cita con un otorrinolaringólogo, un par de exámenes y una nueva sesión, lograron extraer la cabeza, que era la única pieza que faltaba por sacar.
Katie Holley relató la historia y lo abrumada que se sintió en la revista SELF .