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A más de un mes del ataque que casi le cuesta la vida, Mauricio Hoyos recuerda con claridad el momento en que un tiburón galápagos lo atrapó por la cabeza a 40 metros de profundidad. El hecho ocurrió a finales de septiembre durante una expedición científica en el Pacífico de Costa Rica, cuando descendía para colocar un dispositivo de seguimiento a una hembra de gran tamaño.
Hoyos, biólogo marino mexicano con más de tres décadas de trabajo de campo, relató a BBC News Mundo que el animal se desplazaba con calma por una estación de limpieza (zonas donde peces pequeños retiran parásitos a especies más grandes) cuando, tras recibir el punzón de la marca acústica, cambió su comportamiento.
La labor que realizaba forma parte de los programas de seguimiento por telemetría acústica, una técnica que permite conocer los movimientos de los tiburones a partir de receptores submarinos distribuidos en distintas zonas del océano. Cada vez que un tiburón marcado pasa cerca de uno de estos dispositivos, se registra su identificación y el punto de ubicación. Con esos datos se establecen patrones de desplazamiento, áreas de reproducción y zonas clave para la conservación.
Según su testimonio, la hembra, de entre tres y tres metros y medio de longitud, giró lentamente, sostuvo su mirada durante unos segundos y se alejó unos metros; de forma repentina regresó y lo embistió. El investigador alcanzó a bajar la cabeza para proteger el cuello. La mandíbula inferior del tiburón se le incrustó en la mejilla y la superior alcanzó la parte alta del cráneo.
"Bajé la cabeza y lo que siento es que la mandíbula inferior se me entierra en la mejilla y la parte superior en la cabeza. Ahí estuve, yo me imagino que un segundo, no más, dentro de su boca y simplemente la volvió a abrir. Cuando la cerró yo sentí la presión de la mordida y luego simplemente, me dejó ir", relató.
Permaneció dentro de la boca del animal apenas un instante antes de ser liberado. El ataque le causó heridas profundas en el rostro, la cabeza, cortó su línea principal de suministro de oxígeno y dañó el regulador de respiración. A esa profundidad, con sangre en el rostro y visibilidad reducida, el peligro no terminó con la mordida.
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"Cuando me di cuenta que de la manguera no estaba saliendo aire, agarré una que tenemos que llamamos octopus, que es la que usamos para darle aire a otro si alguien lo necesita. Pero al momento me di cuenta que el regulador no estaba sirviendo y me estaba lanzando el aire en vez de regularlo por lo que me tocó recordar mi entrenamiento y empezar a regularlo con los labios", indicó.
Logró alcanzar la superficie con menos de un minuto de margen y fue auxiliado por la tripulación y trasladado de inmediato. Al llegar a tierra, paramédicos lo atendieron de urgencia; y aunque las heridas eran graves, no presentó infecciones posteriores, un factor decisivo para su rápida recuperación.
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Los médicos realizaron un lavado quirúrgico y, dos días después, evaluaron la reconstrucción de las zonas afectadas del rostro. El pronóstico inicial era reservado por la cercanía de las heridas al cerebro. Sin embargo, la evolución fue favorable y semanas después recibió el alta.
Hoyos vive en la ciudad de La Paz, donde continúa su proceso de recuperación y desde allí, asegura estar listo para volver al agua. De hecho, tiene programada una nueva inmersión pocas semanas después del ataque. Y es que lejos de responsabilizar al animal, el biólogo interpreta el episodio como una respuesta defensiva. Considera que la hembra pudo haberse sentido amenazada durante el procedimiento de marcaje, o incluso estar embarazada.
"Esto es la prueba que tengo para demostrar que esta hembra me perdonó la vida, no lo puedo poner de otra manera. Y esto me servirá para poder seguir hablando bien de los tiburones y seguir abogando por su conservación en el futuro", expresó. El hombre ha trabajado con distintas especies a lo largo de su vida, como tiburones blancos, tigre, toro y otras variedades; según señala, el galápagos se comportaba de forma particular durante su marcaje.
No era la primera vez que resultaba herido por un tiburón, pues años atrás otra hembra de la misma especie le mordió la zona de la cintura mientras realizaba una sutura de marcaje. Aun así, el accidente reciente ha sido el más grave que ha enfrentado. Hoyos reconoce que, tras el ataque, su respeto por estos animales es aún mayor; sin embargo, no planea abandonar su labor a pesar de la gravedad del ataque.
VALENTINA GÓMEZ GÓMEZ
NOTICIAS CARACOL
vgomezgo@caracoltv.com.co