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El levantador de pesas colombiano Yeison López, un atleta reconocido mundialmente en la halterofilia, se colgó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de París 2024, un logro impresionante, pero que pocos saben que estuvo a punto de ser frustrada por una lesión incapacitante ocurrida apenas dos semanas antes de la competencia. Esta victoria no solo simbolizó su fuerza física y técnica poderosa, sino también una profunda resiliencia mental y una berraquera aprendida de sus padres. Los Informantes habló con él.
Yeison, oriundo de Istmina, Chocó, donde el río San Juan se abre paso entre montañas, y poseedor de múltiples récords mundiales en levantamiento de pesas, llegó a la capital francesa con un secreto doloroso que amenazaba con derrumbar su sueño olímpico.
A tan solo 15 días de viajar a la competencia más importante de su vida, Yeison López sufrió una grave lesión durante el entrenamiento. El diagnóstico fue una extensión en la zona lumbar de su espalda, y el dolor que sintió fue inmediato y paralizante.
“Lo que muchos no conocen es lo que pasa detrás de, es decir, antes de la medalla. Yo 15 días antes de llegar a los Juegos Olímpicos, yo tuve una distensión en la lumbar, en la espalda”, dijo.
El pesista describió el fuerte dolor que sintió: "es un dolor impresionante que no se imaginan cómo duele eso". El instante de la lesión quedó grabado en su memoria como un momento de quiebre silencioso. López relató que, en el momento de realizar el levantamiento, "iba a levantar y me quedó la espalda así". La comunicación con su entrenador fue mínima, pero suficiente para entender la gravedad: "yo como que miré el entrenador, el entrenador me miró y ya sabíamos que algo mal estaba pasando", recordó.
Lo que siguió a la lesión fue la pérdida total de movilidad. Para el hombre capaz de levantar más de 200 kg, el equivalente a un piano de cola, la incapacidad para realizar movimientos cotidianos se convirtió en una tortura. "yo me senté y al rato ya prácticamente no me podía parar del dolor tan fuerte que tenía en la espalda", dijo.
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El dolor escaló hasta el punto de que, a pocos días de la cita olímpica, no podía ni pararse de la cama. Esta inmovilidad forzada y la desesperación ante la posible pérdida de la oportunidad olímpica sumieron a López en una crisis emocional.
La desesperación llevó a Yeison a buscar desahogo, aunque intentó ocultar la situación a su familia, buscando a su hermano mayor, a quien considera su mejor amigo.
López le confió la situación, él intentó animarlo, recordándole su potencial: "No tranquilo, no te preocupes todavía faltan tres semanas vos lo puedes sacar adelante, yo conozco tus capacidades". Sin embargo, el dolor físico y la cercanía de la competencia minaron la confianza del atleta. Yeison confesó que justo en ese momento "yo dudé de mis capacidades, yo dije no, no, me va a dar".
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Durante esos días críticos, el atleta sufrió en soledad para no preocupar a su círculo cercano. El trauma emocional fue tan intenso como el físico: "El dolor era tan fuerte que lloraba en silencio sin que nadie se diera cuenta".
Cuando Yeison López finalmente llegó a París, su cuerpo no estaba en condiciones óptimas, pero lo que lo mantuvo en pie fue su espíritu.
El entrenamiento final fue una prueba de fuego, realizado bajo medicación y gran dificultad: tuvo que entrenar con analgésicos, con dolor y con fe. Una vez en París, la prioridad fue intentar recuperar la movilidad, incluso si eso significaba trabajar con dolor: "empecé a entrenar un poco ,a moverme porque ya tenía que moverme con dolor y o lo que fuera, tenía que moverme porque pues ya se acercaba la competencia".
En este punto, la decisión era binaria: "era o rendirse y decir no puedo o intentarlo y tratar de sacarlo adelante". Yeison eligió intentarlo, sin importar las consecuencias. La noche previa a la competencia, el 9 de agosto, el atleta se preparó como si no tuviera ningún dolor.
El 9 de agosto, a las 5:13 de la tarde, hora de París, con el termómetro rozando los 40º, Yeison López se enfrentó a la barra. La carga total que debía levantar era de 210 kg, compuesta por el tubo de acero de 20 kg y 190 kg en discos de goma negra.
En la plataforma, el dolor que había dominado las semanas previas fue relegado por una fuerza mental superior. Yeison tomó la decisión consciente de arriesgar su salud por su meta, impulsado por "la berraquera" que le inculcaron sus padres. Su compromiso fue total: "yo dije si me lesiono pues que me saquen en camilla, pero yo mi sueño voy a tratar de cumplirlo cómo sea, lesionado, no lesionado, voy a dar mi 100%", recordó.
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Durante la competencia, el pesista falló dos de sus intentos. Ante la presión del último intento, el definitivo, y con un país entero conteniendo la respiración, Yeison entendió que la medalla no era solo fuerza, sino la tenacidad con la que enfrentó la adversidad.
Finalmente, Yeison logró levantar los 210 kg. La culminación de este esfuerzo resultó en la medalla de plata y una inmediata liberación emocional.
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El llanto que no pudo contener en silencio durante sus días de agonía se desbordó frente a las cámaras y al mundo, un momento que hizo llorar a todos los colombianos. "cuando ya tengo la medalla ahí es donde yo me he suelto a llorar porque primero estaba cumpliendo mi sueño y segundo se me pasaron muchas cosas por la cabeza y todo el sacrificio, todos los dolores que pasé para llegar a tener una medalla olímpica que no es fácil".
Antes de la medalla olímpica, el atleta atravesó el duro camino recorrido desde que la violencia lo sacó a la fuerza de su casa en 2011.
Tras su triunfo, Yeison López completó terapias, descansó y, gracias a su disciplina, la distensión lumbar que casi lo saca de la competencia sanó por completo.