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En el corazón del Magdalena Medio colombiano, específicamente en Doradal, Antioquia, el legado de las especies exóticas introducidas de manera ilegal hace cuatro décadas debido a las excentricidades de Pablo Escobar siguen teniendo consecuencias. Mientras que la atención nacional e internacional se ha centrado casi exclusivamente en la problemática de los hipopótamos, otra especie de origen asiático ha logrado prosperar y expandirse en los potreros de la región: el venado Chital (Axis axis). Estos ejemplares, conocidos popularmente como los "bambis" de la Hacienda Nápoles debido a su gran parecido con el personaje de Disney, han dejado de ser una simple curiosidad para convertirse en un desafío ambiental de proporciones inciertas.
La presencia de estos animales en el ecosistema colombiano no es accidental ni producto de procesos migratorios naturales. Según los registros de las autoridades ambientales, su llegada está ligada directamente al zoológico privado que el narcotraficante Pablo Escobar construyó en su propiedad. David Echeverry, jefe de la oficina de gestión de la biodiversidad de Cornare, explicó en Los Informantes la línea de tiempo de esta invasión: “Los Chitales, hasta donde tenemos registros, ingresaron a ser parte de la colección de animales que había en lo que era la Hacienda Nápoles hace ya casi 40 años”.
A diferencia de los hipopótamos, cuya presencia es difícil de ignorar debido a su tamaño y comportamiento agresivo, los venados Chital se caracterizan por ser extremadamente cautelosos y sensibles al entorno. Este comportamiento ha permitido que sus poblaciones crezcan de manera discreta durante décadas. Sin embargo, en los últimos años, los avistamientos se han vuelto más frecuentes, lo que sugiere un incremento significativo y una expansión territorial más allá de los límites originales de la Hacienda Nápoles.
El aspecto físico del venado Chital es uno de los factores que más complica su gestión, pues su estética genera empatía. Willington Herrera, un joven vaquero de la zona de Doradal, describió su asombro al encontrarse con manadas de hasta 30 animales juntos.
Más allá de su apariencia, sus capacidades físicas son sorprendentes. Herrera ha sido testigo de la agilidad de estos animales en el campo: “(saltan) De 2 a 3 metros más. Ese animal salta mucho”, señaló. Esta capacidad de salto, sumada a un comportamiento altamente sensitivo, dificulta enormemente cualquier intento de monitoreo o captura.
El Chital es una especie invasora en Colombia. La presencia de especies exóticas es considerada por organismos internacionales como la segunda causa principal de pérdida de biodiversidad. El riesgo radica en que el Chital puede desplazar a animales nativos que cumplen funciones ecológicas vitales. Según los análisis preliminares de Cornare, animales locales como la danta o el chigüiro podrían verse desplazados por la competencia por recursos que generan estos venados.
David Echeverry enfatizó en la gravedad de la situación: “Tiene unas capacidades adaptativas bastante poderosas. Es una especie de origen asiático. Esta especie ha sido introducida en algunas partes del mundo para la cacería deportiva y ha generado esta problemática de especie invasora, es decir, se sale de control”. En otros lugares del mundo, como Hawái y Texas, la introducción de esta especie ha provocado erosión, destrucción de bosques nativos y el desplazamiento total de especies autóctonas como el venado de cola blanca.
La gestión de los venados Chital en el Magdalena Medio presenta obstáculos técnicos únicos que no se observan con otras especies invasoras. A diferencia de los caracoles africanos o los mismos hipopótamos, el estrés es un factor letal para estos venados. Cualquier intento de captura física puede desencadenar una condición biológica fatal conocida como miopatía por captura. Echeverry advierte sobre este riesgo: “Es posible que les genere algún alguna situación estresante que les desencadene una falla cardíaca”.
Las autoridades ambientales están explorando métodos de control a distancia, como la esterilización química mediante dardos. Sin embargo, este proceso es complejo, ya que es difícil marcar a los individuos ya tratados en libertad, lo que conlleva el riesgo de sobremedicar al mismo animal. Por ahora, Cornare insiste a los pobladores a reportar avistamientos para entender mejor el comportamiento y la ubicación de las manadas.
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Uno de los mayores retos para el control de los venados es la percepción positiva de los habitantes de Doradal. Para muchos campesinos y trabajadores rurales, los Chitales no representan una amenaza, sino que son vistos como animales nobles y decorativos. Un habitante de la zona dijo: “Eso no genera ningún tipo de peligro. Eso es como una vaca normal. Eso no hace no comer pasto y ya. Y daños no hace para nada”.
Aunque no ataquen como los hipopótamos, su presencia altera la regeneración de los pastos y el equilibrio hídrico y vegetal de la zona. Por lo cual, existe la necesidad de estructurar planes que garanticen el bienestar animal mientras se protege el patrimonio natural del país.