Ángel le prestó sus manos a María para acabar con su sufrimiento. Compraron pentobarbital sódico por internet, un medicamento utilizado en ganado para sedarlo hasta que mueren y ponerle fin a su dolor. Ángel y María documentaron lo que llamaron el cuerpo del delito, toda esa tragedia que poco se puede llamar vida porque la que pasaban y ahora, él, podría ir a la cárcel por homicidio.
"Necesito descansar, pero eso lo haré cuando se aprueba la ley de eutanasia", sentencia Ángel Hernández.