El último secuestro de Heriberto Urbina, de 86 años, terminó 44 días después de que su familia pagó por el rescate. Durante el cautiverio le quitaron las medicinas, los zapatos, y casi le quitan la vida; es la tercera vez que lo secuestran. Los Informantes habló con la familia del sufrimiento y de las amenazas de secuestro y la extorsión, no solo en el Cesar, que volvió a acorralar a los ganaderos, agricultores, comerciantes y hasta a los vendedores callejeros. Un relato agudo de un delito que se niega a desaparecer y que sigue dejando heridas, impotencia y ruina.
“Nos dice que le quitaron los zapatos y le tocaba caminar descalzo entre los matorrales y entre el monte, un día se resbaló y estuvo casi a punto de caerse de un precipicio, les tocó ayudarlo a sacarlo entre los dos porque mi papá se iba. 17 días sin poder ver la luz del sol, 17 días en que no tuvo medicina, 17 días donde no tuvo con quién comunicarse”, el relato que hace Heriberto Urbina Galiano, un ganadero cesarense, no es de aquellas épocas de los años 90 y comienzos de los 2000, cuando hubo 3.572 secuestros en Colombia por año, no; esto pasó hace tres meses en el César, a unas tres horas de Valledupar.
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Heriberto habla de su padre, don Heriberto Uribina Lacouture, un hombre de 86 años que fue secuestrado por guerrilleros que merodean la serranía y las planicies de esta zona extensa, ganadera, arrocera, con maíz y palma de aceite.
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“Mi papá llega a Curumaní a eso de medio día, llega al restaurante y allí está como faltando diez para las tres de la tarde y aproximadamente como a las 3:10 p.m. a él se lo llevan”, ahí empezó la tragedia, a pleno sol, frente la vista de todo el que estuviera y de todo el que pasara, cuatro tipos con armas cortas se lo llevaron en su propio carro.
“En Curumaní hay una vía que va hacia la serranía, es la vía El Tigre, hay varios caminos, ellos salieron y el carro lo dejaron bien arriba porque estaba fallando en las subidas quedaba patinando. Lo bajaron y lo pasaron a una moto, ellos entraron hacia la derecha buscando el sur y la zona del Catatumbo”.
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Allá lo tuvieron, en el Catatumbo, Norte de Santander, donde los guerrilleros no solo han ido instalando banderas, sino también cambuches y de paso una especie de puesto de mando desde donde tienen la intención de instaurar ese tormento, y esa agonía diaria que se llama secuestro.
“No podemos retroceder a los años 80 o 70 y ver todo lo que está pasando en el país nos preocupa. Uno la verdad quiere que la institucionalidad prevalezca sobre todo esto y es la uniforma que podemos tener un país, de salir adelante y de que pueda haber desarrollo”. Heriberto Urbina se refiere a esos 70 y 2000 cuando el secuestro, cometido principalmente por las FARC y el ELN, atravesó y marcó a este país. Fue tan desgarrador que en Colombia se creó 'Voces del Secuestro' un programa de radio para tratar de comunicar a los familiares con los secuestrados, se creó 'País Libre' una fundación para ayudar a las familias de quienes estaba en cautiverio, y en el código penal fueron incluidos nuevos delitos y penas asociados a este crimen.