Jacob Blake, el hombre que fue baleado por un policía el pasado 23 de agosto, en la ciudad de Kenosha, y que se convirtió en una de las caras más representativas de las marchas antirraciales, en Estados Unidos, rompió su silencio.
“Tu vida, y no solo tu vida, tus piernas, algo que necesitas para moverte y seguir adelante en la vida, te lo pueden quitar así”, dijo Blake.
Describió la que es su realidad ahora, por cuenta de los siete disparos que recibió por la espalda ante la mirada de sus tres hijos, testigos del abuso policial que mantiene a miles de personas en las calles exigiendo justicia por su caso.
“Cada 24 horas es dolor, no es más que dolor. Duele respirar, duele dormir, duele moverse de lado a lado, duele comer”, contó.
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Dolor que, para él, se debe convertir en un llamado a la resistencia y la unidad civil entorno al fin del racismo y los excesos policiales contra la comunidad negra: “Podemos mantenernos unidos, ganar algo de dinero, hacer que todo sea más fácil para nuestra gente aquí”.
El mensaje de Blake llega en medio de la tensa situación social que se vive en ciudades como Portland, que ya cumple 100 días de protestas ininterrumpidas en medio de intensos encuentros con las fuerzas policiales.
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