Autoridades temen que la tragedia se agrave por la hiperactividad del coloso y las intensas lluvias previstas.
"Tenemos que estar en máxima alerta", explica el general y coordinador de las tareas de rescate, Walter Sánchez, tras la erupción del domingo pasado que dejó un centenar de muertos y el doble de desaparecidos.
Las autoridades aún no han calculado la cantidad de material que el volcán expulsó y que se acumula en la ladera sureste de la montaña.
Los rescatistas aseguran que el espesor en algunas zonas llega a entre cuatro y cinco metros, más la ceniza y las piedras que llenaron una de las siete vías naturales, de más de 80 metros de profundidad y 35 de ancho, por las que hasta el domingo descendía sin peligro para la población el material que expulsa el volcán.
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"El material que está allí arriba tiene que descender y lo hará en forma de lahar (agua mezclada con materia volcánica)", explica Francisco Juárez, geólogo del instituto estatal de vulcanología.
Una amenaza que puede empeorar, dado que según la entidad científica la actividad en el interior del volcán continúa y no descarta "nuevos descensos de flujos piroclásticos (piedras y lodo volcánico) en las próximas horas o días".
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Edgar Orlando, de 37 años, vivía con su mujer y sus dos hijos de uno y ocho años en un barrio de San Miguel los Lotes, uno de los poblados devastados el domingo por el Volcán de Fuego.
Su padre, madre, hermana y cuñado vivían en una casa cercana y desaparecieron en la tragedia. El flujo, sin embargo, no arrasó su casa y él, su mujer y sus dos hijos de uno y 8 años pudieron abandonar la zona.
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Orlando y su familia viven desde el domingo en una iglesia católica convertida en albergue en una colonia a diez kilómetros de la zona cero, desde donde siguen atentos a cualquier nueva señal del volcán, que el miércoles lanzó entre cuatro y cinco nubes de humo. Pero también miran con preocupación hacia el cielo por temor a nuevas lluvias.
Los canales naturales por los que normalmente bajaba el material expulsado por el volcán "colapsaron y ahora con el agua puede haber una avalancha que caiga sobre nuestras casas", explica Orlando, temeroso de perder lo poco que tiene.
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24 horas de lluvias
La lluvia ya cayó con fuerza el martes y miércoles por la tarde, cuando arrastró material caliente acumulado en la montaña hasta los ríos Guacalate y Pantaleón.
Los habitantes de Escuintla, la tercera ciudad más grande del país con más de 160.000 habitantes, y de varias colonias cercanas entraron en pánico y salieron despavoridos de sus hogares, en parte por noticias falsas que corrieron por las redes sociales con imágenes de las espectaculares columnas de humo que se generaron cuando el polvo y las piedras calientes entraron en contacto con el agua del río.
El general Sánchez matiza que las lluvias de estos días pasados no son suficientes para que exista el riesgo de una avalancha, sino que se necesitarían precipitaciones continuas durante al menos 24 horas seguidas.
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Las previsiones meteorológicas prevén fuertes precipitaciones para los próximos días. Nada excepcional en esta época en Guatemala, que entre mayo y noviembre sufre una fuerte temporada de lluvias en la que anualmente mueren decenas de personas, la mayoría por deslizamientos de tierra.
Henry Rivas, de 37 años y vecino de El Rodeo, a un kilómetro y medio de la zona 0, abandonó el domingo su pueblo, pero volvió para proteger su casa.
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Rivas, como muchos de los vecinos de la zona, no tenía miedo al volcán, estaba acostumbrado a su actividad, pero la erupción del domingo le ha cambiado su percepción. Ahora teme al coloso de 3.763 metros y la posibilidad de que el material expulsado por la montaña mezclado con agua esta vez sí alcance y arrase El Rodeo. "Temo que se cumplan los pronósticos de lluvia, que se nos venga el deslave y nos agarre aquí cuidando de nuestras casas", dice.