Sus pañuelos multicolores parecen alegrar los camuflados. Están a sólo 20 kilómetros de Raqa, considerado el corazón del Estado Islámico. Con poco más de 20 años, no sólo desafían a los yihadistas, también los prejuicios de sus propias comunidades.
“Es duro aceptar que una mujer pueda luchar en un lugar como este. Pero si la gente pudiera venir y ver de lo que se trata, esa forma de pensar cambiaría”, dice Doza Jiyan, una de las combatientes.
“Mi objetivo es liberar a las mujeres que viven bajo la opresión del Estado Islámico, pero también a las mujeres de nuestra sociedad porque ellas no tienen voz”, añade Hevi Dilirin.
Antes de tomar los fusiles tuvieron que enfrentarse a sus padres y a sus clanes. Algunas fueron repudiadas y tuvieron que cortar su relación con ellos; por eso, desde esas trincheras libran también una batalla de género.
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Batul Rmeilan está convencida de que “las mujeres tienen el mismo derecho de vivir en esta sociedad que los hombres. No sólo deben estar en casa atrapadas entre cuatro paredes”.
Las combatientes kurdas fueron su inspiración y ejemplo.
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“Recientemente completamos mil mujeres en nuestras tropas y otras mujeres y niñas que han sido esclavizadas por el Estado Islámico se nos siguen uniendo, a medida que vamos liberando las aldeas”, dice Jihan Sheikh Ahmed, portavoz de las Fuerzas Democráticas Sirias.
Ellas sueñan con el día en que puedan celebrar la caída del bastión, porque ese día habrá también otra victoria histórica para la mujer.